Tenlo claro...
La primera vez que traspasó aquella puerta, apenas alcanzaba el metro de estatura. Se quedó en el umbral, aspirando el aroma a magia que desprendía aquella casa. La estancia estaba en penumbra, iluminada únicamente con una luz anaranjada, sin fuente aparente, al menos el pequeño no sabía de donde venía.
Se atrevió a dar un paso, y otro, y otro, hasta que se encontró de frente con la dueña de la casa, la que lo había traído hasta allí. Estás entrando en el mundo de los sueños, el mundo de las artes, el mundo ficticio y real, donde todo se rompe y se regenera de nuevo. Donde todo es infinito. Ahora te lo creerás, pero cuando seas mayor, empezarás a ponerlo en duda.
Los adultos son todos unos ilusos, no saben que la literatura lleva a todas partes.
Se atrevió a dar un paso, y otro, y otro, hasta que se encontró de frente con la dueña de la casa, la que lo había traído hasta allí. Estás entrando en el mundo de los sueños, el mundo de las artes, el mundo ficticio y real, donde todo se rompe y se regenera de nuevo. Donde todo es infinito. Ahora te lo creerás, pero cuando seas mayor, empezarás a ponerlo en duda.
Los adultos son todos unos ilusos, no saben que la literatura lleva a todas partes.
jueves, 26 de abril de 2012
Fuera de la arquitectura.
Llega un punto del día en el que me siento vacía por dentro. Las luces se apagan, los sonidos se amortiguan. Ya nada puede hacerte salir del remolino en el que te has metido, donde existen un sinfín de ideas y pensamientos que te atrapan.
Coges aire, cierras los ojos… Tú estás allí, tu mundo paralelo también lo está.
¡Cuantas veces habré imaginado estar en otro lugar! En medio de un bosque, el color verde rodeandome. Sintiéndome pequeña, pero no porque la gente te mira desde arriba, si no porque tienes árboles que son 10 veces tu tamaño.
Caminar, sintiéndote completamente sola, y en paz con ese lugar. Estar en mitad de la naturaleza, olvidarte de los coches, olvidarte de los ruidos. Olvidarme de todo eso… Cuantas veces habré conseguido imaginar el olor a verde, el ruido del agua.
Cuantas veces habré imaginado estar bajo la arena de la playa, las olas rompiendo a unos metros de mi. Cuantas veces habré imaginado el olor a salado.
Y cuantas he imaginado que todo eso ocurría un día cualquiera, sin moverme de mi habitación. Siendo otra persona, distinta… Más alta, más delgada, más esbelta, con el pelo distinto, con el carácter distinto.
Escapar de esa sensación de embotellamiento que tengo siempre. Escapar del estres. Sentir como mis manos se juntan, y tocan con las yemas mi nariz, que respira despacio, cogiendo aire por la boca.
Sintiendo como mi corazón vuelca cuando siento lugares en los que nunca he estado. Sintiendo la magia correr por mis venas.
Al fin y al cabo, la vida de una escritora… Siempre va a ser así. La vida de una arquitecta consiste en todo lo contrario.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)