Tenlo claro...

La primera vez que traspasó aquella puerta, apenas alcanzaba el metro de estatura. Se quedó en el umbral, aspirando el aroma a magia que desprendía aquella casa. La estancia estaba en penumbra, iluminada únicamente con una luz anaranjada, sin fuente aparente, al menos el pequeño no sabía de donde venía.

Se atrevió a dar un paso, y otro, y otro, hasta que se encontró de frente con la dueña de la casa, la que lo había traído hasta allí. Estás entrando en el mundo de los sueños, el mundo de las artes, el mundo ficticio y real, donde todo se rompe y se regenera de nuevo. Donde todo es infinito. Ahora te lo creerás, pero cuando seas mayor, empezarás a ponerlo en duda.

Los adultos son todos unos ilusos, no saben que la literatura lleva a todas partes.

lunes, 27 de diciembre de 2010

He vuelto a soñar

Volví a soñar con ese lugar. Ese sitio que se parece tan extrañamente a la zona del centro de mi ciudad, pero no lo es.

He vuelto a soñar otra vez con esa pista de skate, donde se hacen competiciones urbanas sin importar las normas. En esa rampa en forma de U, donde chicos con camisetas de baloncesto y pantalones holgados, que siempre llevan las gorras hacia atrás y dejan ver sus rastas o sus cortes de pelos asimétricos nunca estoy sola.

Siempre me acompañan los dos de siempre. Y siempre dos. La competición termina y el ganador recoge su tabla nueva de skate como premio. Es momento de volver. Volvemos solo dos, tú y yo, no sé porqué siempre dejamos al tercero atrás.

Caminamos por las calles. El suelo es irregular, de adoquines cuadrados pequeños, en color marrón piedra. Las paredes de los edificios de la zona también son de ese color marrón, pero son planchas de piedra lisas.

Seguimos el habitual recorrido entre calles estrechas, transitadas por millones de personas, mientras charlamos sobre realmente nada, porque en mi sueño nunca se oye más que una o dos palabras sueltas.

Nuestros pasos nos dirigen a una plaza, una plaza pequeña. Y entonces como siempre, me recuerdas que no entre en el bar que se ve a la esquina, que entra gente muy extraña, que no son buenas compañias, que podría pasarme algo malo si me encuentran sola.

Por espacio de cinco minutos mi sueño enfoca lo que mis ojos ven. Van mirando al suelo, contando el número de adoquines que piso y, al levantar la vista, ya no estás.

Pero no me pongo nerviosa, ni me extraño. Ya he estado más veces en ese sueño, sé que siemrpe desapareces de repente, y nunca recuerdo si luego vuelves.

Sigo caminando sola. No me importa a donde me guío, porque en el sueño siempre sé a donde voy. Paso tras paso voy esquivando a los tumultos de gente que siempre caminan en dirección contraria a la mía. Excepto tú, todo el mundo camina en dirección contraria a la mia.

Y entonces los veo. Frente a la gente, que camina de manera monótona, que no hablan entre ellos, que solo se dirigen a un lugar, vestidos con túnicas negras, detalle en el que siempre me fijo en este momento, porque hasta entonces nunca lo había advertido; se aparecen cuatro personas, vestidas como si hubieran salido de una obra de teatro pintoresca: son tres hombres y una mujer, aunque quizás deberí decirlo al revés por la mujer siempre va a la izquierda. Es gorda, lleva el pelo verde, una nariz carácterística de una bruja, con verruga incluida y lleva a cuestas una escoba. El vestido combina con el pelo: es blanco y tiene manchas verdes.

Siempre me fijo detalladamente en la mujer, y no en los otros tres, aún así soy capaz de decir que cada uno va de los colores del parchis: verde, rojo, amarillo y azul y que los colores proceden de las pelucas que llevan.

Inmediatamente me doy cuenta de que salen del bar que siempre me prohibe visitar mi acompañante en una mitad del sueño. Posteriormente caigo en el detalle de que él no está conmigo, y aunque haya más gente en la calle, mucha más, estoy sola. Y esa era otra de las prohibiciones: "Que no te vean sola".

Empiezo a correr, desesperada por perderlos de vista. Me meto por calles que no conozco en las que cada vez hay menos gente, esperando que, por favor, no me hayan visto y me hayan seguido o será mi fin. Lo que quiera que signifique fin en este sueño.

La angustia aprisiona mi pecho mientras mis piernas se niegan a parar, y mi cabeza, como si tuviera un tic nervioso imposible de detener, se gira cada cinco segundos para verificar que, efectivamente, no me siguen.

Y por fin un lugar que si conozco. Conozco ahora, esta última vez que soñé. Ese suelo... Poca gente. Pero lo característico de esa calle, es la elevación en al parte derecha del camino, como una acera elevada exageradamente, que para transitar por ella es necesario subir escaleras.

Esa calle, la recorrí mil veces, y una más. Muchas en sueños, pero muchas en la realidad. Esa calle es de Santiago. En esa calle está esa facultad. Y me doy cuenta ahora.

Cojo el teléfono. Sé que estoy a salvo, y que ya no me van a perseguir, porque estoy alejada del corazón de la ciudad, ya no hay gente.

Marco. por tercera vez, lo único que cambia es mi teléfono móvil, que se adapta al que tengo en la actualidad en la que sueño. Empieza a sonar...

Al otro lado se escucha una voz, una voz tranquilizante de la que solo puedo oir un heeey, y mi respiración entrecortada.

Porque de repente, y sin previo aviso, abro mis ojos y un panda de peluche me mira con los suyos, grandes esperando un abrazo que lo haga saltar. Estoy en mi habitación, y siempre todo es un sueño.

Pero nunca entiendo más que la última parte. ¿Es, entonces, Santiago? ¿Por qué desaparecen los personajes a mitad de escena? ¿Quiene sson esos cuatro y por qué escapo de ellos? ¿Por qué marco el teéfono?


Pero... lo que es más importante: ¿Por qué sueño esto cada cierto tiempo, y el resultado sigue siendo el mismo?

viernes, 24 de diciembre de 2010

Tin, tin, tin...

Campanilla.

De algún modo, sabía que no podría escribir esto hasta que le encontrara una sensación lógica a la que pegarlo, adherirlo, relacionarlo con...

Durante dos días viví asustada dentro de una habitación a oscuras donde los recuerdos me abrumaban, y solo conseguía verlos borrosos. Me sentía asustada, medio engañada, y totalmente fuera de lugar.

Fue en ese momento cuando descubrí que tenía un rincón secreto, un lugar al que nadie puede acceder, un rincón donde podía pensar sin miedo a ser descubierta.

Estaba asustada... Asustada de mis descubrimientos, asustada de como poco a poco una de las luces de dentro se fundía dejando un hueco negro, un agujero negro. Sostuve entre mis manos esa pequeña lucecita, mientras iba perdiendo intensidad y color, hasta volverse una pelota.

Cada vez que pienso en esa sensación me angustio y noto una presión en el pecho, como cuando quieres llorar. Lloré, claro que lloré, como llora por una pérdida importante.

Pero... Al fin y al cabo lloras por miedo. Por miedo a verte sola, a ver que todo sigue, avanza, pero falta algo, continuar con hueco que sabes que, esta vez no se puede cambiar, porque nadie te volverá a tener como amiga A', porque sabes que es una cosa única, que no existe en otro sitio.

Porque Sherlock Holmes, había desaparecido, se había dormido y no se pronunciaba, y los recuerdos, solo eran eso recuerdos, abrumados por la sombra del presente.

Pero... Siempre hay un pero.

Era mucho más fácil que ponerse a pensar en todo aquello, en todo lo que fue pasado ¡Qué más daba aquello, si no se iba a repetir, y no servía de nada contra el nudo en la garganta que te advertía que volvería a llorar!

Pero era mucho más fácil, era crear un nuevo recuerdo, una nueva conveersación que me verificara, que repitiera mil veces en mi cabeza que, por mucho del pasado, el presente no había cambiado. Era un piano. Era notar una melodía y era ver que esa, y solo esa es la razón.

El eje... La música, y siempre la música. Volvieron millones de frases, volvió el Carpe Diem, volvieron las tardes y noches de pregunta y de conversaciones idiotas que no tienen otro objetivo de hacerme reir durante horas.

Volvió tu sonrisa, y esa sensación de calidez cuando te abrazas. Volvió el andén, y la mierda de domingo, pero el genial viernes... Volvieron días, semanas. Volvió la nieve.

Y volvió... volvió.... volvió el dorado. Es lo que importa.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Gira y dale la vuelta

Es algo que pensé hace mucho. No... no sigo dándole vueltas, bueno, la conclusión al final. Ahora el desarrollo, sigamos el orden cronológico.

Imagínatelo conmigo, y observa lo peligroso que resulta soñar. Habríamos llegado, te habrías sentado a mi derecha, me habrías mirado y, entonces, entendiendo que todo nos iría bien, me pasarías el brazo por los hombros para sentirte cerca, rozar tu nariz contra mi mejilla, haciéndome cosquillas. Ni siquiera un beso, solo lo suficiente para saber que estás ahí, y que nada era mentira.

No atender a la pizarra, sabir a dibujo y que no diera tiempo a terminarlo, porque... habría algo más importante... No tanto importante como"nuevo". Estas cosas siemrpe son nuevas.

Y si, darnos la mano, como algo insignificante, lo importante es el beso de después, pero... darnos la mano y sentir como se me escapa la sonrisa. El roce de tu nariz contra mi mejilla, otra vez, esta vez buscando una vía por la que encontrar mis labios.

Vale, fin del juego. Sintiéndote lejos me cansé de la situación. No soporto el sentirme engañada, falseada por alguien a quien ni siquiera puedo ponerle cara, hecha todo ridículo, no soporto sentirme pormenorizada y metida en uan caja, otra vez.

Pero, tras las acusaciones, los malentendidos, supiste sacarme. Con un abrazo, esa cosa, ese sentido que tanto me gusta en otras personas. Esa sensación de sentirme abrazada, protegida, rozando mi mejilla contra lo que desprende calor humano, contra algo que me da calidez.

No sé como, pero me enfado, contigo, si. Pero... recuerdo ese gesto, que tanto me sorprendió, tanto. Y me hace pensar que quizá, en otro giro del camino, en un giro con menos... roces, quizá no choquemos tanto, y sea posible una conexión.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Ni números, ni lineas.

Flores. He pensado, mientras trataba de estudiar, en lo bonito de la situación.

Paris, oooh maravilloso y bohemio Paris, te echo de menos. La musique.

Recuperando aquella entrada, vieja. Aquel encuentro efímero, esa explosión de sentimiento encontrados que han tomado otra forma. Pero no otro color.

Aquel sofá rojo, en una habitación azul. Impensable a los ojos estéticos.

La tapicería ha pasado a ser un vestido. Un vestido delicado, de tela suave, listo para ser llevado por un precioso colibri.

Y no hay dos si tres. Pues esta vez son dos.

Si, las lineas y los números, las ideas del espacio, de lo que se puede jugar con él me alejan de lo que realmente representa el campo en el que juego: vida.

Creo que por primera vez he entendido, comprendido que es lo que significa lo que yo hago.

Proyecto vidas. Cuando inventas un salón, una cocina, una habitación... Estás imaginando como vivirá la persona que compre la casa. Imaginas como se sentirá, como se desenvolverá.

Quizás entender eso es el paso más importante. Sin embargo, falta el equilibrio.

Por supuesto, no quiero proyectar siempre para los demás, quiero... Vivir dentro de lo que proyecto.

Imaginaos... Por un instante, que proyecto un salón de baile, y juntamos a un rubio, un vestido azul, y a la soñadora.

Aaaah, así fue como lo deduje, de aquella película que no fui a ver contigo. Ah, pero lo que me ayudó a comprender. Imagina, que vives dentro de un espacio que puedes, con solo pensarlo, llenar de bloques, de escaleras, de muebles, de colores, de formas y de tactos.


Imagina todo eso. Pero imagina... Que no lo puedes tocar, sentir, ni ver.

¡Qué triste! Volviendo a ese salón... Si lo fabricas, si lo moldeas como quieres, si... eres capaz de vivir dentro de ese molde después, entonces, y solo entonces, sabrás que has terminado de imaginar en abstracto para construir.



Para construir no solo... una estructura, sino... también una vida, millones de vidas, incluida la tuya, a 60 km de distancia, con un vestido verde, un rubio y la noche por delante.


¿De qué color es el vestido, entonces?

lunes, 1 de noviembre de 2010

Cobardía se parece demasiado a tu nombre.

Si, te hablo a tí, pequeña bestia parda, desastre de experimento. Si, tú, ese ente sin sentido concreto, ni forma, sin estilo definido, con una estética caótica. Te hablo a ti.


¿De qué te alejas? ¿De qué te escondes? No lo sé, no sé si quiero saberlo. No sé de hecho si quiero volver a saber de tí, whatever.

Porque me cabrea la falta de comunicación, y lo sabes. Sabes que me parece mal que no me cuentes las cosas, y sé que pasa algo, algo importante que estás decidida a no contarme, al menos directamente, pero oye, whatever.

No, whatever no, quizás parece egoísta por mi parte, pero me haces atribuirme el mérito de no merecerme tus secretos, y ooh, si esto podría ir en un privado, pero... la casualidad quiere que no lo pueda mandar.

¿Qué existe el correo? Lo sé perfectamente, ¿Qué no lo uso? Si, eso también lo sé.

Estoy gastando una preciosa entrada, lo que podría ser preciosa, por tratar de decirte que tengo sospechas, como siempre sospecha Sherlock Holmes, y que me están echando hacia atrás ¿Qué cuales son? Ni las sabes, y francamente ni te importan.

Pero, whatever, es tu respuesta para todo ¿No? No vale un whatever.

Éramos tres y cuatro, lo fuimos siempre. Pero parece que solo una de nosotras era el hilo conductor de las demás ¿No sabemos vivir con ella lejos? Quiero decir, juntas, no sabemos vivir juntas.

Claramente que me duele, me está doliendo que no hables conmigo que no me lo cuentes, ¿Acaso es tan importante no hablar de ello?

Pues, bueno, no sé, las ideas vuelan, VUELAN.

No pretendas que siempre aguante que te guardes las cosas para tí, porque eso es conseguir el efecto contrario a lo que esperas.

jueves, 14 de octubre de 2010

Cruce de caminos

Si Elle... Todo bien por aquí, jaja sii todo sigue igual, poco movimiento pero mucho trabajo, no sé todavía no tenemos nada planeado... Si, si muchas ideas, pero... No hay nada... hablado aún, ... No te preocupes, estará listo, ¿No confías en mi?


Alma se sentó tras colgar el teléfono, suspirando de alivio y cerró los ojos. Observó la habitación en la que pasaba la mayor parte de las horas de su tiempo. Era una oficina, iluminada por la luz del sol que entraba directa a espaldas de Alma, ya que la pared que antes ocupaba ese lugar ahora era una gran cristalera. El escritorio,de ébano, estaba situado casi en el centro de la estancia, bajo la moqueta de color azulón. Justo detrás el sillón negro, giratorio, confortable y blando, como una nube.

A la izquierda, según las vistas de alguien sentado tras el escritorio, la estantería de cristal con múltiples libros sobre arquitectura, edificaciones, construcción...y a la derecha, la puerta.

El ordenador zumbaba ligeramente, casi imperceptible, sobre la mesa. Planos enrrollados descansaban en una cesta al lado del mueble.

Alma cerró los ojos. Peor de poco le sirvió el momento de calma: a los cinco minutos, la voz estridente de la secretaria y irrumpió su ensoñación.

Alma, Elle al teléfono.... Otra vez

Alma recibió la llamada de nuevo.

"¡Qué va! Estoy perfectamente... Si, es cierto hace mucho que le veo. Y es cierto que lo extraño, pero ya no somos estudiantes ni universitarios, no vivimos a media hora, vivimos lejos, vivimos muy lejos Elle... Supongo que tienes razón. Oh, si cristalera por supuesto, en el segundo piso, ya hbía pensaod en tu obsersión pro las vistas y la estética. Ya sabes que eres mi cliente más exigente, y eso me encanta. Me hace sacarme de mis obras estándar... Si, tranquila, estoy bien, todavía no he plasmado su cara en una de mis obras, es es buena señal jaja. Si, mañana te enseño todo"

Tras colgar de nuevo, se giró en la silla y observó la ciudad a cuarenta pisos de altura. Los edificios, contundentes, formando una cuadrícula úrbana, dejando a ls calles tan abajo que parecían los hilos de uan tela de araña.

Alma, tienes visita

-Que pase- Alma no entendía por qué hoy tenía tantas cosas que hacer, pero no el quedaba más que apechugar con su trabajo. Eso acordó cuando alcanzó este estatus, y no iab a menospreciarlo un solo día de su vida.

Un chico rubio, trajeado, con manos de cirujano entró por la puerta, con aquella sonrisa tan característica.

Alma se giró, consideró cada una de las lineas que formaban aquella imposible aparición en su despacho y después salió corriendo como una niña pequeña, como hacía tantos años... Como tantos años hacía que no se veían.

-Tengo un trabajo para ti, ¿Crees que podrás hacerlo como yo quiero?

-Hace años que tengo los planos de una casa en la playa- Alma se acercó a la cesta metálica de al lado de la mesa y sacó varios folios enrollados- A ver que te parecen.

-Y luego vamos a comer-dijo el médico mirando el reloj- ¿te parece?

Alma asintió.

-Déjame llamar a Elle, había quedado con ella, le diré que venga.

Y por tercera vez en media hora, volvió a llamar.

viernes, 8 de octubre de 2010

Imanes

Me bajé a toda prisa del coche. Aquel lugar apartado del mundo em hacía volver a cuando teníamos siete años y éramos tan inocentes. Tenia ganas de verte, ganas de ti, de probarte.
Antes aquel lugar era medio monte, con caminos de tierra marrón que manchaba los zapatos y luego no salía, ahora solo era asfalto. Al contrario que aquel núcleo urbano en desarrollo, nuestra canción se estropeaba con los años. Cada vez que llegaba a tu portal em derrumbaba, lloraba con el corazón roto y se me pasaba con un agradable aroma a ti, con tu abrazo, me eternizaba en tus brazos.
Llegué. Estabas en la puerta, con los brazos abiertos, esperándome, siguiendo la rutina.
Pero no lloré. Me abracé, eso si. Aspiré tu olor, y lentamente dije.

-Te quiero- Tus ojos se pusieron como platos, pero pronto, recuperando al compostura, contestaste:

-Yo también- Te acercaste a mi rostro, me apartaste un mechón de pelo para dejarlo justo detrás de mi oreja, bien sujeto, y con una mano en mi mejilla y la otra en mi cintura, me besaste.

Permanecimos un rato fuera hasta que tiraste de mi hacia dentro y sin despegarnos, perdiendo partes de ropa por el camino a tu habitación, recorrimos todo el pasillo.

Pasé mis manos por tu espalda infinidad de veces, morí con el roce de tus labios sobre mi cuello y noté por cada poro de mi piel tus caricias, estremeciendome.

No te solté en ningún momento, temiendo perderte por alejarme un solo milímetro. Pasamos horas jugando a ser invisibles al resto del mundo, formando uan burbuja para nosotros solos bajo las sábanas. Sentimos frío, calor, y una sensación intermedia que nadie supo definir nunca con exactitud.

Agotados, nos quedamos dormidos, y con mi cabeza apoyada en tu pecho desnudo, tú acariciándome el pelo con movimientos casi imperceptibles.


Nos despertamos por la mañana no muy temprano.

-Buenos días- me besaste la frente.

-Nnns días- conseguí contestar, quitándome las sábanas de la cara.

-Jajaja- tu risa terminó de despertarme- ¿Has dormido bien?

-¿Bromeas, verdad?- me acurruqué contra ti otra vez, jurando que no podía haber nada mejor en el mundo.

El acostumbrado despertador de las 10 de la mañana sonó insistentemente hasta que mi mano acertó con el botón. Abrí los ojos con pesadumbre, la luz entraba iluminando todo el cuarto. Todo había sido un sueño, y a pesar de la realidad de lo que me había parecido vivir, todo sería igual. Excepto por ese olor, tu persistente olor, que no se iba. Pero no podía ser...

No podía...


Me giré.

viernes, 1 de octubre de 2010

La bola de arroz.

Recuerda, toda bola de arroz tiene una ciruela, una ciruela que nadie ve... ¿Que por qué? Porque está en nuestar espalda, nosotros mismos no podemos verla, no es como nuestro ombligo, que basta con mirar hacia abajo para contemplar la única cicatriz con la que nacemos y morimos. Pero que la ciruela no al veamos no signifique que no esté. Claro que no, todo el mundo puede verla....

¿Cuánto pasó desde aquella ciruela? Cuanto, pequeña.

Me cuesta escribir, pensar sobre ello me hace daño, no me gusta. No es que no me guste, pero es duro.

Cada día siento que te alejas, como una hija de papel flotando en el agua, atravesando las olas que se forman... que la arrastran hasta las profundidades.

Nunca sé si soy lo suficientemente fuerte para soportar todas las situaciones que se me ponen delante, pero soy consciente de que no soy yo sola la que tiene que afrontarlas.

¿Qué si me da pena? ¡Qué si odio el destino? Si, y por supuesto si. Nunca creí que la posibilidad de irse lejos me tocase tan pronto y tan cerca. No es a mí, pero como si lo fuese. Es una parte de mi. Es una de las tres.. cuatro partes más importantes en mi vida. Y se va, se va lejos por dos años con descansos cortos ¿Soportar? ¿Vivir?
Si cupiera en la maleta no me lo pensaba dos veces... Iba de cabeza.

Y aún así sigo sin saber como plasmar lo que... siento lo que me faltra, porque casi todo lo que me importa en la vida, es inexplicable, y como cosa inexplicable no se puede encerrar en un cúmulo de palabras. No es uan cosa que vayas a encontrar en las lineas o entre ellas. Es importante saber, saber que hay una parte que sigue aqui y saber que no se va.

Si, otra vez nos hemos olvidado de devolvernos los comics, si, otra vez nos hemos despedido, y parece que nos vamos a ver mañana, aunque creo que no será así. Todavía no noto la distancia, cosa que noto bastante a menudo, aún sigues aquí. Aquí ¿entiendes? Debería señalar el corazón. Señalo la cabeza.

Siempre estarás ahí, mi pequeña bola de arroz. No te puedo echar de menos... porque siempre vas conmigo. Siempre

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Si lo supieras todo

Hay momentos en los que creo que no me queda nada por vivir, que ya me he visto en todas las situaciones embarazosas posibles y que ya he dicho muchas veces "esto no puede empeorar".

Claro que puede, no existe una regla matemática que indique el límite de empeoramiento de una situación o de un día entero.

Estoy en la facultad de los fantasmas. Ella fue primero y ahora te veo a ti. Te veo antes de tener que verte desde el principio. A veces incluso dudo de si me metí aquí solo por volver a verte.

Sé que parece paranoico, pero cada vez que lo pienso, la idea me recuerda más y más a aquella ratita sucia y rastrera que solía ser contigo, y cada vez me acuerdo más del sentimiento de culpa que me envolvió después, cuando nos volvimos adultos de pronto y todo cambió. Como despertar de un trance en el que todo te sale mal.

Ese fantasma, incluso te podría llegar a hacer sombra, porque, como casi todo lo que existe a tu alrededor, es más interactivo que tú. Derrocha energía, no tiene miedo a hacerlo. Parece mentira que teniendo un ejemplo tan claro de fuente de eléctricidad, tú sigas siendo como el mar calmado, hacienod una referencia estupenda a tus ojos electrificables.


No, es cierto, tus ojos no eran tan geniales como habíamos pensado, estaba tan ciega que hasta olvidé esa parte marrón en el centro. Cuiosamente raro.

Pero aquello... aquello eras tú con años de más, con el mismo polo verde, si, y tus pantalones marrones claro, de acuerdo, pero no eras tú.


¿Dónde estás tú, que hasta eres capaz de influir a distancia? Con un solo parecido... La voz, los gestos, los rasgos faciales, la cantidad de cosas que identifiqué iguales.

Y que haré cuando mis clases sean inundadas por esa voz calmada, tan peculiar, grave y a la vez aguda... Dime ¿Es que tu voz te averguenza? Sigo sin comprender nada...

Y aún habiendoseme pasado todo, sé que hay algo que no... Que todavía sigue ahí.

Es obvio lo que es, y a la vez no... Pero por muy idioa que resulte, me quedé sin saber qué eres en relación conmigo ¿Qué eres?

No sabes hablar, no sabes gesticular, tampoco sabes odiar, y no sabes abrirte, solo sabes incomunicarte.. Y debería haberte mandado a la mierda hace ya mucho. Y sigues ahí, en un ahí abstracto, en el que ya no recuerdo tu cara con nitidez, donde se me han olvidado la mayor parte de los momentos....

Yo... aprendí, aprendí de esto, pero todo se irá por el precipicio abajo cuando em veas en un pasillo y me reconozcas. Bastará un comentario en bajo a cualquier compañero para ganarme otra ves tu poca decencia.

Y dime... ¿Si tanto aprecio te debería tener, porque a veces cuando hablo solo em sale lo malo?

Tu presencia me agobia, agobia mi arte, mi trazo, mi pluma. Arruga mi papel e inunda mi cerebro con dudas, dudas no resueltas y que nunca se resolverán.

Cuatro año señorito, uno sin vernos, y de sopetón otros cuatro años... Sé que lo elegí yo, porque no pretendía que tú me frenaras, frenaras mi arte, mi bien más preciado, como ya hiciste durante mucho...


Y aún así a kilómetros de distancia... Enturbias mi mente. Aunque de una manera u otra, ese que está delante, no eres tú, porque tú, y como mucha osadía diré... amigo mio... Tú, eres un cobarde.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Coger la pluma...

...y volver a escribir.

Alma estaba desanimada últimamente. Creía saber porque era, pero no llegué a realizar la pregunta.

A pesar de estar tantos años viviendo con ella, todavía no me atrevía a abrir la boca. Al fin y al cabo siempre era ella la que me hacía las preguntas. Yo observaba sentado desde el pasillo, la gran alfombra de color rojo, espesa, era un asiento cómodo. Ella se sentaba en el piano, adoptaba la postura de "El Pensador" y ponía cara de pena.

Era muy fotogénica en aquella postura, la fotografía era una de mis pocas pasiones, además de escuchar todas las historias que me contaba. Mientras intentaba llegar a una conclusión, alguien farfulló en francés, un susurro casi imperceptible. Alma se giró hacia la puerta, y vio mi rostro asomando por la abertura de luz.

Sonrió, y me invitó a pasar a la amplia sala de música. Aquel lugar, de paredes blancas, era uno de mis lugares favoritos de toda la casa, casa-mansión, era una casa de campo bastante grande, era difícil decantarse por una habitación concreta.

Juraría no haber visto a Ella en todo el día, debía de haberse metido en aquella habitación por la mañana. Ella vivía con nosotros desde hacía unos meses. Había cruzado toda la provincia y atravesado el lago a nado para escuchar las historias de Alma. Y ella la aceptó de buen grado. El único inconveniente es que sólo hablaba francés.


Alma adoptó de nuevo la postura, y decidió hablar en francés, para que Ella no tuviera problemas en entender lo que estaba contando.

-Vous savez pourquoi je suis un peu déprimée, non?(Sabéis por qué estoy un poco deprimida, ¿No?)- Ambos asentimos levemente.

-J'ai pensé que tandis qu'Ella était ici, les deux vous resteriez, mais déjà vous êtes plus grands, et il ne me devrait pas importer. D'avance elle vivait seul (Pensé que mientras Ella estuviera aquí, los dos os quedaríais, pero ya sois mayores, y no me debería importar. Antes vivía sola.)

-Ne te préoccupe pas- Ella, con sus grandes ojos verdes, miraba intensamente a quien había sido su compañera durante dos meses. Tenían una gran diferencia de edad, pero podía ver la admiración de Alma en sus ojos. Tenía muy claro que quería que ella fuera su sucesora, que aprendiera a contar historias-Nous te visiterons.

-Oui-añadí- No te vamos a dejar sola. Con todo lo que nos enseñaste, no podríamos.

-No nos atgevegiamos- Ella había aprendido, además de las artes que Alma le había enseñado, un poco de nuestro idioma, e intentaba hablarlo todo lo que podía, aunque no terminaba de entenderlo cuando le hablaban rápido.


Recuerdo con mucho cariño a Alma, hay demasiadas historias contadas, y demasiados momento vividos. Pero, últimamente no paro de pensar en todos los momentos que viví con ella y con Ella, sobre todo con... En fin, creo que lo que más me gustaría destacar son las numerosas tardes en las que el sonido del piano inundaba la casa y las noches en las que nos fuimos haciendo mayores conociendo historias cada vez más complejas.


Aunque sólo sean los recuerdos de un médico hablando de la persona que me dio a entender tanto en esta vida. Aunque su francés no fuera tan bueno como intentaba. Y aunque yo no sepa plasmar tan bien todo lo que me enseñó. Es el principio de un libro, escrito durante más de dos años, porque como ella decía: "Todo son lagunas, la vida va y viene, y las lagunas de poca inspiración sucedían a los momentos de gran creación artística y es en esos momentos en los que te tienes que sentar, cerrar los ojos e imaginar".

sábado, 31 de julio de 2010

Te das cuenta de lo que tienes cuando lo pierdes

Ayer fue domingo. No en el sentido especial de la palabra, cuando piensas que el mundo se te viene encima por el total aburrimiento que experimentas.
Lo cierto es que sí estaba aburrida, pero en lugar de coger la depresión de rigor, ponerme la “chaqueta de los domingos” que ayer se encontraba a una buena distancia de mí y ya sabes, lo de siempre, coger mi música, mi guitarra, tocar, cantar, sentirme flotar por encima de toda la vida, de la realidad. Soy mucho de eso, creo que lo sabes. Pero no, ayer no podía hacer nada de eso. Estoy en un lugar… donde conseguí internet el primer día y me puso eufórica, pero después perdí la conexión con el resto del mundo. Estoy en un lugar donde paso el día en la playa sin mucho más acompañamiento que mis primas pequeñas y cada año que vengo espero a que la mayor de ellas empiece a tener mi conciencia y mi mente, cosa que empiezo a catalogar como imposible. Y con la playa se desvanece la posibilidad de chaqueta y guitarra y canciones y todo. Lo más próximo sería el agua, con esa sensación envolvente, pero con lo fría que estaba ayer no me dio más tiempo que a darme un baño refrescante y volver a mi confortable toalla.
Fue en ese momento cuando recordé la inocencia de ser pequeña, y como acaba destruyéndose por la estupidez de algunos. Me descubrí echando de menos a una sombra, una sombra que siempre estaba en domingo y a la que siempre quise acercarme. Cuando éramos tan pequeños, nos llevábamos tan bien… Pero los adultos, los adultos son una especie a parte, incapaces de ver que una amistad tiene mucho de frágil. Por ser tú Rubén y yo Lucía, en definitiva por ser chico y chica y no amigos del mismo sexo como cabe esperar en las amistades de entre 12 y 16 años(al menos en mente de los adultos, siempre una mente TAN convencional), la madurez de los aproximados 40 años dio con la ocurrencia del noviazgo, y no paró hasta conseguir alejarnos, tú por timidez a que tu madre metiera baza en nuestra relación de amistad abriendo la boca para cubrirla de fantasías inapropiadas y yo por la poca gracia que todo aquello me hacía, viendo ya desde tan temprano como se deterioraba aquel hilo que habíamos tejido.
A medida que te ibas alejando yo no podía hacer más que recordar el día que te quedaste a dormir en casa de mi tía y yo iba a comer con ellos. Oía el ruido de la ducha, y cuando me dijeron que eras tú… Esperé con tranquilidad, con una de las perritas de mi tía en mi regazo y cuando noté que ibas a salir la puse en el suelo delante de la puerta. Saliste y te agachaste para recogerla, confiando en que la perrita había esperado para verte a ti. Y entonces salí yo, gritando ¡buuu!, consiguiendo asustarte. Casi sueltas la toalla que te tapaba, pero aún así, mirando primero por el pasillo por si mi tía espiaba, me abrazaste mientras me decías que esperara fuera mientras te vestías.
Lo cierto es que echo de menos aquellos días, veranos, esperaba a que fuera domingo solo para verte y sentir que había alguien aproximadamente de mi edad, que jugara conmigo. Y al principio no me hacía gracia ¿Te acuerdas cuando me ponía en la orilla con los pies orientados mar adentro? Nadabas con sigilo hasta conseguir agarrar mis tobillos y tirar de mí hasta llevarme a donde no daba pie. Sabías que gritaría, porque no sabía nadar, pero lo tenías todo controlado: en cuanto me sentía insegura tirabas de mí, hasta abrazarme y sujetarme bien, de manera que sabía que estaba a salvo.
No paro de pensar en que de aquella a veces pensaba que sí había algo más, o en su defecto, habríamos llegado a ser muy buenos amigos, en que habría tenido ganas de ir todo el verano, por verte.
Nadie sabe que pasó de verdad, quizás fueron ellos, quizás fue el crecer, o tus compañías. La última vez que te vi habías hecho un examen para entrar en la guardia civil, tu madre estaba muy emocionada, y ya adivinando me habías dicho al oído disimuladamente “xa che contará miña nai” mientras nos saludábamos de manera educada. Quise que entraras, en serio. Sabía que tanto tu madre como tu padre como tu hermano trabajaban en la fábrica de conservas, de la que mi tío, un hombre casi de negocios, de caprichos caros, cuyos descendientes replican de la pijería de Coruña sin tener idea del mundo, era el director, el mandamás. Tenía muy claro que ese no era tu sueño, sabía que querías escapar, que ser de la autoridad, guardando un edificio, siendo guardia civil, trabajando en la policía, escapabas de las garras de la tradición familiar que tan poco te gustaba, bueno simplemente no te hacía gracia, eso era todo.
No pudiste, las fauces de aquella fábrica acabaron atrapándote, y me hablaban de ti como si fueras la mejor opción para mí y para mi futuro, como un triunfador de la vida, salvador de esa familia. Ahora ni siquiera te nombran, como mucho mi prima la pequeña, por hacerme saber un poco de ti, del pasado de ti, de cuando aquella patada inocente por debajo de la mesa en su comunión. Quería que me sacaras a bailar, claro, porque eras el único de mi edad, pero mi tía ya se encargó de manifestar la opción en alto, y ya no quisiste.
No te nombran, porque ahora piensan que ya no eres lo suficientemente bueno, que no me merezco a alguien así. Ni como amigo ni como nada más.
Los adultos son así, ESOS adultos son así, dan asco, tiene prejuicios y son separativos. Me daba absolutamente igual que fueras un chico, un hombre, que trabajes, que seas peón en una fábrica o si eres guardia civil, que sigas viniendo todos los días con mis tíos o que vengas solo los domingos con tu hermano para ir todos en la lancha. Es que me daba igual, pero parece que cuantos más años tengas más razón tienes. Y eso, siento decir, mueve mucho más que toda la inocencia que podamos juntar entre los dos, aunque ahora ya es demasiado tarde.

viernes, 30 de abril de 2010

Si te digo que te quiero

Es hora de renovarse, de tentar a la suerte y dejar fluir palabras más claras, más importantes y adultas, es hora de crecer en el sentido literario. Sin fallos, ni faltas.

Analizando la situación todo aquello que dije en un principio no es cierto ¿Cómo podría ser cierto? Es la primera vez que hablo de esto. Al menos contigo.

El amor, el amor es esa sensación que hace que te sientas vivo, alegre, cálido y totalmente en las nubes. Te tomas la vida con filosofía, nada te puede salir mal, todo te arranca una sonrisa.

Claro que, ¿Solo el amor nos puede mantener en ese estado de éxtasis, de anestesia permanente, como si fueramos agua, que fluye, libre? Ese es el problema del amor, creemos que es todo lo que necesitamos para vivir, me refiero, las mujeres.

Nunca sentí esa falta de cariño, siempre he sido bastante propensa a pensar que el amor llegaría con los años, y que no debía preocuparme, que simplemente era la creación de un sentimiento, algo que lleva tiempo, tiempo porque tiende a la perfección y eso lleva esfuerzo. Quien quiera que esté ahí, escúchame: ese vacío lo hice yo, yo construí un hueco en mi corazón, para eliminar el fracaso otra vez. Si, a mi tampoco me salió nucna como creía que me iba a salir.

Se llama idealizar, y es una cualidad humana que nos incita a desarrollar en algo o en alguien la mejor opción para nosotros, lo "perfecto". Pero nadie es perfecto, por mucho que nos empeñemos en que exista algo que si lo sea.... ¿Por qué si no tendríamos la idea de perfecto en la cabeza? Nos planteaba Descartes, como uno de los argumentos claros de la existencia de Dios. Permítame señor filósofo decirle que la duda metódica no sirve en estos casos, que la mente ha evolucionado y que en vez de utilizar su método nos hemos dedicado a seguir a Marx y apostar porque el ser humano se dedica al trabajo, obviando las situaciones pensantes, en las que deducimos partes del mundo, de nuestra mente, del pensamiento humano y de cómo hemos llegado hasta aquí.

Soy una incompredida de mi tiempo, soy una mente de adulto encerrada en el cuerpo de una niña de 17 años, casi 18, rozando la mayoría de edad, como si en mi se intentase corroborar la teoria de la reminiscencia de Platón.

Es curioso, este blog nunca será conocido, es un blog entre filosófico y de ideología, que empieza con un tema y sin resolverlo, lleva a otro. O eso aparenta, seguimos con el análisis de la mente humana ¿Por qué a estas edades nos interesamos tan poco por la filosofía y por cómo funcionamos? Técnicamente somos casi adultos, deberíamos fomentar nuestra madurez, pero es el amor lo que nos hace volvernos insensatos, lo que nos hace cerrar los ojos a otras posibilidades de pensamiento.

Para mí el amor es olor a chocolate, sensación de vivir, pero es algo que nunca alcanzaré, nadie me busca como fin último de su existencia, no con esa intención. Mi mente grita, no para de gritar, que me aleje de ese sentimiento, que existen cosas más importantes, alarmantes, que el uso de la razón en el amor, es una capacidad que todavía no tengo, que debo esperar para no salir lastimada, de nuevo. En dos situaciones me revelé contra mi cerebro, y no le hice caso, y terminé fundiéndome durante un tiempo en la soledad ¿Cómo salir de esa asociación entre amor y dolor que Salinas presenta en La voz a ti debida? No en la gente, si te buscan, no en tu nombre si te llaman, o algo así. Quizás es si te nombran, en un intento de redundancia.

Tendría que aparacer alguien que consiguiera alejar ese dolor del amor, alguien que me provocara sentirme en las nubes, alguien que me ayude a sentir la sensación de flotar. Perdona, está siendo un monólogo, cuando a esto se le debería llamar conversación.

-No, simplemente no me gusta interrumpir tus deducciones en alto, me gusta seguirlas, también me hacen reflexionar. Si te digo que te quiero ¿Cambiaría tu opinión del amor? Y deja a Descartes, Platón y Salinas, que aunque no es filósofo, sabía de tema; fuera de tu respuesta y tu razonamiento lógico. El amor no es lógica, no es números, ni matemáticas, simplemente ocurre y no ocurre siempre en la smismas circunstancias, ni siempre es la misma situación, ni relación. No es como sumar dos más dos, no es así de simple. Es un juego complicado, de esos que te gustan.

-Pero es complicado, y eso implica que hay errores, fallos, está incompleto y nos lleva a error como...

-Nada de hablar de Hume y su teoría costumbrista. El amor, es amor y punto. No tienen ciencia, no tiene pensamiento, solo es dejarse llevar, y es lo que le falta a esa cabeza, eliminar el miedo a alejarse de la razon y vivir con el corazón.

-Si me besas....

-Lo haré, pero primero debes prometerme que ni Descartes, ni Hume, ni Platón, ni ningún filósofo en toda la historia de la humanidad, excepto tú estará en esa cabeza cuando lo haga.

- Si me besas, lo único que habrá en mi cabeza, serás tú.

-Eso... Es el amor.

domingo, 11 de abril de 2010

La sombra...

Nada te conté de aquello. Nunca, cielo. Estoy cansada de ocultarselo todo a Elle. Estoy cansada de rezar al cielo, cariño.

Elle necesita a su padre, y yo no sé donde estás. No quiero que odie a quien le dio la vida en parte, pero ya no sé que decirle para que entienda que lo hiciste por nuestro bien.

Me estoy haciendo vieja, ya no tengo las mismas facultades como en aquella conversación bajo la nieve, ya no somos los mismos, pero yo sigo necesitándote, sigo precisando ese aire que impedía que me ahogara.

Yo... Quisiera pensar que te fuiste tal y como dijiste, y que no me mintieras cuando depositaste el último beso sobre mis labios y me prometiste que volverías porque me querías.

Esperé, te esperé durante años pero aún no has vuelto. Yo... Quisiera decir que hice lo que me dijiste, que me hice fuerte por las dos, y que guié a Elle para que se convirtiera en una chica tan lista como su madre, sagaz, sediente de dudas. No lo conseguí, lo siento, pero no fui capaz.

Elle creció dentro de un ambiente alocado y desobediente, donde reinaba el caos y el odio. Se revolvía entre la bondad y el cariño, intentaba escapar de todo aquello. Pasaba noches fuera, y cuando volvía ni se molestaba en dar explicaciones, yo tampoco se las pedía.

Nunca le expliqué porque la llamamos Isabelle y sin embargo usabamos siempre el diminutivo Elle, ella... Ella... Esperaba que algún día se acercara a la biblioteca para averiguarlo. Me siento perdida, sin salida.

Creo que... Creo que nunca podré perdonarme haberte dejado marchar, pero aquellos ojos que yo dibujaba a través de los cristales oscuros de tus gafas, aquellos ojos que imitaban la miel aquellos que me observaban a mi y a nuestra pequeña Elle mientras se alejaban en el caluroso verano me dejaron incapacitada para decir simplemente te quiero y resignarme, anestesiada por tu candidez, a dejarte marchar.

Hoy la dejaré sola, espero que puedas perdonarme. Pero yo no puedo enseñarle nada más, y tú no estás aqui para verme marchar esta vez. Lo siento, de verdad lo siento.

Me voy con el rumor ...del viento.

jueves, 1 de abril de 2010

Puto abril

Sé que no es fácil pequeña. Ya lo sé. Déjame que te cuente una historia.

¿Recuerdas la nieve? Recuerdas aquella historia ¿verdad? La culpa es mía por habertela contado. Tengo que disculparme hija, no te conté la verdad.

Elle, Elle cielo, sé que no quieres hablar conmigo, pero escúchala, aunque no contestes.

Lo primero que deberías saber es que es uno de mis preciados tesoros, y que todo fue mentira. Los árboles, los copos de nieve, el primero al último, todo, fue mentira.

Perdona si no quise decírtelo, pero el final era demasiado duro para contártelo. Yo... Él... No fue así, nunca lo sería.

Verás, hay veces que la gente se equivoca, se equivoca mucho. Se supone que hay que saber perdonar... Pero aquello, aquello parecía no tener solución.

Sé que no entiendes nada cariño, pero debo decirlo. Yo... No tenía porqué haberlo hecho, yo también soy demasiado buena. Pero lo hice, y me arrepentiré toda la vida.

Le llamé, Elle, y fue un error. El último momento había sido bonito, sin mentiras, puro. Pero después quise llamar, a pesar de saber que no debía hacerlo, pero necesitaba llamar.

La conversación tampoco mejoró la llamada, una vez cometes un fallo, la lógica te impulsa a seguirlo.

Sé que él me seguía queriendo, lo sabía, pero mi corazón no atendía a razones, se había roto. Había conseguido hacerme sentir peor. Me creí morir, había fallado. Yo, había fallado. Intenté mantenerme firme en aquella palabra "idiota" dicha con total cariño, el cariño con total siceridad.

Todavía no sé porqué empecé a marcar, supongo que solo quería oir su voz, pero oir su voz suponía arriesgarse a un grito o a una mala contestación. Casi la tuve. Tampoco sé porqué te lo cuento ahora, a través de esta puerta, no siquiera sé si me escucharás con tanto ruido que tienes en la cabeza. Supongo que sé que esta es la única manera de decir las cosas sin decirlas del todo.

Elle... cuando quieres a alguien haces las mayores estupideces del mundo, lo que te convierte en idiota. A veces crees haber hecho mal, la vida te enseña a realizar buenas acciones, y a rechazar ciertas actitudes.


Todavía no sé si aquello fue bueno o malo, si realmente hice tan mal como yo creía que había hecho justo después de que colgara sin escuchar mi despedida. Solo sé que en el momento de la llamada entendí que aquellas dos semanas eran en compensación a lo que me esperaba después: el silencio. No eterno, por supuesto, que tontería, y aunque le mentí y le dije que sería capaz de vivir un par de días con aquello... Ambos sabíamos que fue la mentira más grande de la historia, y que no lo soportaría. Después de escuchar aquella voz, no.

Simplemente Elle, rezo. Rezo por que algún día yo madure, siendo tan mayor como soy. Rezo, porque creo que algún día me escuchará, rezo porque alguien me proteja del infierno y rezo porque no creo en Dios. Rezo por pegarme pronto.

domingo, 21 de febrero de 2010

Antología de un matrimonio que nunca llegó a casarse

Yo era muy pequeña para entender todo aquello que me rodeaba. Aquella sensación de hostilidad y acercamiento.
Con 5 años había conseguido calificar a mi madre como puta. No, se portaba muy bien conmigo, realmente esa era su profesión, pero con cinco años no te paras a sopesar el uso de eufemismos.
Y como mi madre era lo que era, yo no conocía a mi padre. Tampoco sabía si mi madre sabía quien era.
Nos mudabamos continuamente, de un apartamento a otro, y yo casi no tenía amigas. Solo mi madre, y un pequeño conejo de juguete que conservaba desde mi año de vida. Mi madre ahorró dos años para poder comprármelo, y lo mínimo que yo podía hacer era guardarlo y cuidarlo.
Pasamos así hasta que yo cumplí los diez. A esta edad yo era plenamente consciente de lo que la palabra prostituta significaba, y desde luego, no tenía nada que ver con una vida color de rosa, ni una jabonera en el baño, ni siquiera con un ámbito familiar normal.
El modus operandi que teníamos las dos era simplemente, pasar el mayor tiempo del día posible y, cuando algún hombre llegaba a casa, yo salía a pasear o me encerraba en mi cuarto, con la cabeza bajo la almohada, aunque esto sirviera de poco.
Pero un día, cuando yo tenía doce años, entró por la puerta un hombre, vestido muy elegantemente, con un traje del ejército.
Habíamos entrado en guerra no hacía más de unos meses, pero nuestra zona estaba perfectamente a salvo. Mi madre salió de la cocina envuelta en una bata y con los rulos puestos. Cuando observó aquel espejismo en la puerta se escabulló escaleras arriba.
Yo supuse que sería un cliente, así que lo guié hacia el salón y le ofrecí una copa de bourbon, que era el único alcohol para hombres que había en la casa. Aceptó a gusto, y se quitó el sombrero. Pude verle mejor la cara.
Yo era una chiquilla, con los ojos verdes de mi madre y el pelo rubio, a pesar de que ella era morena. Era, según decía mi abuelo cuando aún vivía, una belleza sureña. Nunca le creí. Aquel desconocido, ese hombre, tenía algo que me recordaba mi reflejo en el espejo del baño todas las mañanas. Pero no conseguía averiguar el qué.
Me tendió una mano y tiró de mi para que me sentara en su regazo. Por un momento temí que fuera a pasar algo, pero mi voz interna me hacía confiar en aquel completo desconocido. Y me senté.
Me abrazó con todas fuerzas y yo dejé caer mi cabeza sobre su hombro. Seguía sin tener claro porqué aquella calidez me resultaba tan familiar y conocida, hasta que mi madre apareció en escena.
Traía un fajo de papeles en la mano, del tamaño de recibos. Eran recibos.
Aquel hombre, que después averigüé que se llamaba Dominique, me bajó de sus piernas y me acomodó en el sofá a su lado. Mi madre ocupó la butaca y le tendió los recibos. Yo me quedé dormida a la media hora, abrazada al brazo de aquel hombre, que me acariciaba la cabeza con sus dedos y que había sido el primer cliente que me había tratado como realmente era, una niña de apenas doce años.
A la mañana siguiente, él seguía allí. Desayunó con nosotras y por la tarde me llevó al cine. Yo nunca había ido al cine, y me asusté en una secuencia en la que un chico corría hacia nosotros, los espectadores.
Tuvimos una semana perfecta. Mi madre ya no aceptaba clientes, y ahora trabajaba de camarera en un bar de las afueras, mientras que Dominique, al que acabé asimilando como padre, pasaba las tardes enseñándome a construir maquetas y a dibujar.
Pero Dominique se tuvo que ir. Le llamaron al frente. Mi madre insistía en casarse con él, para evitar que fuese a la guerra, por tener familia, pero él se negó. No quería casarse con ella solo por conveniencia, pero le prometió que cuando volviera se casarían por gusto y no por obligación. A mi me regaló un colgante. A mi madre un beso.

No lo volvimos a ver más. Dos meses después, la guerra había finalizado, y Dominique seguía sin dar señales de vida. Mi madre no abandonó el trabajo en el bar, y yo pasaba las tardes dibujando la cara de Dominique, intentando que no se borrara de mi cabeza.
Un día ya no fui capaz de dibujarla con propiedad, y al siguiente no era capaz ni de recordarla.
Pero nunca me olvidé de Dominique. Los domingos mi madre me llevaba al cine con la propina que ganaba. La primera vez que fuimos ella también se asustó.

Ahora tengo treinta años. Mi madre murió hace dos. Todos los aniversarios de su muerte, voy a dejarle un ramo de rosas blancas.
Siempre que voy, hay una carta escrita a mano, dirigida a mi y a mi madre. Es de Dominique. No sé si sigue vivo, o simplemente es un descendiente que cumple con el deseo de un difunto. Solo sé que nunca fue su menester abandonarnos.
Por lo que leí, la relación con mi madre nunca fue amorosa, fue una amistad derivada. O confundida. Pero de ahí surgió el futuro de ambos: yo. Realmente cuando llamaba padre a Dominique no me confundía. Aquel hombre que entró por la puerta un martes, en plena noche cerrada, era mi padre. Aquellos recibos… Los pagaban a medias.
Si alguno de los dos viviese todavía a mi lado, podría preguntarles. De momento, tengo suficiente con que mi hijo, de tan solo dos años de vida, viva siempre con su padre y tenga una casa donde los hombres no entren y salgan cuando les plazca.

domingo, 14 de febrero de 2010

Feliz San Valentín

No creo en esta fiesta. Hace mucho perdí la ilusión por ella.
¿Es el amor, aquello que ansiamos, el verdadero equilibrio de nuestra vida? Yo creía que sí.

Yo creía, hace unos días creía, que tú, con tu sonrisa blanca y perfectamente alineada, tú, con tus sudaderas, con tu mirar por encima del hombro, creía en esa concepción de tí.

Juré haber creído, no volver a perdonarte nada. Juré que todo el "amor" que yo sentí, todo aquello que me había empujado a actuar de una manera torpe e infantil, aquello que condicionó nuestro distanciamiento, creí haberlo tornado en odio.

Eso mostraba mi mente después del llorar, después del adiós, pero ahora que lo pienso en frío, y ahora que pasó un año de aquello...

Eres feliz, con tu camisa gris, tu fiesta, tu vida nueva. Eres feliz. Te ha cambiado la sonrisa.

Tus ojos fueron siempre azules, porque tenías hielo dentro de ti, solo hielo. Como un ser congelado esperando a despertar.

Y despertaste, ya no te puedo tocar, pero seguro que, si lo pudiera hacer en este momento, la diferencia de temperatura entre ambos ya no sería tan distinta. No estarías helado.

Te has vuelto humano, Christian. A mis ojos lo has hecho.

En algún momento, sé que me enamoré de alguno de tus yos interiores. Quiero pensar que fue del que ahora te domina, del que vive dentro de ti, aprisionando a los otros.

No regreses, quédate donde estás, no despiertes de nuevo. Para el tiempo, y quédate ahí, en tu fiesta, con tu camisa gris y tu nueva sonrisa, ya no tan perfecta pero más cálida.

Espérame ahí, espera a que regrese, espera a que yo despierte y madure, solo para poder ver que sigues siendo el mejor, y que sigues adelante con una vida, esta vez perfecta de verdad.

Será totalmente perfecta, porque cuando me veas, si puedieras, estarías orgulloso de mi... Si pudieras verme, Christian.

Si pudieras verme, papá... Porque es lo único con lo que te puedo relacionar ahora, como un padre, que me enseñó que no todo en la vida es agradable. Fue ella y fuiste tú, y fue la vida, y si me ves, caminando altiva entre la gente, con mi guitarra cogida firmemente y con mi nueva vida cogida de la mano libre, porque en la otra llevo el tiempo conmigo, entonces, solo entonces papá, te sentirías orgulloso de mi.


Porque supe arreglar los trozos de cristal que tú dejaste, porque dejé de llorar por ti. Porque dejé de pensar en tí.


Siempre tuya, Alice.

PD: Espero que comprendas que ya no debo darte miedo, que ahora que soy adulta, solo quiero verte por el pasillo y que me veas como a una niña mayor. Como otra más.

lunes, 8 de febrero de 2010

Perdí encontrarte

Paradoja en tiempo pasado. Basta una frase para sacar todo un texto.

Ella estaba sentada en la parada del bus, leyendo un libro. No esperaba ir a ningún sitio, simplemente leía. Me refiero a que no esperaba ningún autobús.

Pasó a su lado, y ella levantó la vista del libro. Se había quedado parada leyendo " Él pasó con ese caminar tan característico, haciendo que ella pusiera la mente en blanco. James..."

Cruzaron la mirada dos segundos. Y parecía que cada uno seguiría por su camino, pero ella volvió a levantar la vista del libro, y pronunció en voz alta: James se detuvo ante ella, examinando cada uno de sus precioso rasgos, finos, como la porcelana más cara.

No sabía que decía, ni porqué lo decía, simplemente siguió el impulso de leer en alto.

Se detuvo en seco, como atraído por una magia más potente que todo el mundo irreal que podría crear un niño a la tierna edad de ocho años, embrujado por aquel fragmento de libro.

Se giró, hasta quedarse a escasos centímetros de Delilah y con su voz profunda continuó el relato: " Ella es la voz profunda, dijo James entonces, susurrando todo lo bajo que pudo, pues sabía que aquella casa le estaba prohibida" Creí que las chicas de ahora no leían novelas tan antiguas.

-Tiene un paralelismo extraño. Por eso me gusta. Busco refugio en la literatura antigua, o acaso no es excepcional leer frases como " Ella es el tiempo propio y perdí encontrarla allá donde nunca nos despediamos, porque el tiempo era infinito y las horas acababan más tarde de lo convencional"

-Para una chica quizás si, para alguien como yo, todo se reduce a ñoñerías. Señorita, debería dejar de enfrascarse en estas novelas, y pensar en el futuro de mañana, algo más de provecho.

-Ahora es usted, ya que no lo conozco de nada, el que habla como si hubiera salido de una novela de amor de hace cincuenta años. Venga hombre, mira a tu alrededor, es la era de los vaqueros, las sudaderas y los tenis, no la de los vestidos con enaguas. Eso pasó.

Dominique se sentó a su lado, esperando a que terminara su rimbombante discurso sobre la modernidad. Pero nunca llegó a terminar. La joven abrió la boca para añadir algo, pero pronto la cerró, sin dejar escapar ningún sonido.

Cerró el libro de golpe, y se levantó, dándole vueltas al tiempo.

-" Tu eres el tiempo propio y perdí encontrarte allí donde nunca nos despedíamos" Realmente ¿Eso es lo que quieres oir de alguien que, supuestamente te quiere?

-¿Sigues sin entenderlo?-le respondió- Dominique, cuando alguien es el tiempo, es porque es como un reloj, marca la hora. Y que una persona sea el tiempo no es más que decir, que cuando pasas con ella una tarde, o cinco minutos, todo tiempos e te antoja eterno, porque no hay nada que pueda despegarte de ella, ni siquiera el propio paso de las agujas de un reloj. En definitiva, es como decir que a su lado, pierdes la noción del tiempo.

-¿Qué más da el tiempo?- replicó Dominique- Es ficticio, irreal, de cristal y como de nube. Y me parece increíble que en pleno siglo XXI se mantenga uan conversación de esta índole lingüística. Pero una vez empiezas...

-No hay carromato tirado por mula que lo pare, cierto- remató Delilah comenzando a reír- A no ser que alguien lo frene.

-Paro yo-dijo Dominique serio- Tener nombres horribles y del año de la pera no nso convierte en personas antiguas.

-Quien sabe, y Delilah me gusta. Cierto que con el tuyo quizás se hayan ensañado un poco...

-No, Dominique está bien. Es solo que es demasiado largo.

-Si prefieres que te llamen Domi... Acabarán por buscarte un mote demasiado gracioso para tu gusto.

-¿Quieres mi sincera opinión? Siempre va a existir un mote que te desagrade. No te puede gustar todo.

-Hablas con la persona que come helado de pistacho y avellana, en ese campo la palabra NO no existe en mi vocabulario.


Cerró el libro. Venía el autobús.


Ella es el tiempo propio... y me perdí encontrándola, en aquel lugar donde nunca nos despedíamos y donde las horas se alargaban más de lo real.

jueves, 28 de enero de 2010

El tiempo.

Aquello que nos falta cuando tenemos muchas cosas que hacer, y aquello que cuando queremos que pase rápido nos sobra.

El tiempo. A mi nunca me sobra, si hablamos metáforicamente.

Me atrevo a decir que es mi tiempo, pues de alguna manera me pertenece, aunque solo sea una media hora de su tiempo. Mi tiempo y su tiempo. Y son el mismo ¿eh?

Mi tiempo no tiene lógica alguna. Es el tiempo engañoso, el que transcurre a la velocidad de la luz y cuando te das cuenta ya ha traspasado el cristal. Es quel guiado por el viento.

Es el reloj que va en sentido contrario a sus agujas.

Me faltan palabras y situaciones para describirlo, y no soy muy partidaria del eterno retorno de Borges.

Pero tampoco me gusta los escritos breves. Pero es tanto el tiempo y tan poco para describirlo que parece que no lo aprecio lo suficiente. Y es, simplemente, que son situaciones tan acordes que mi mente no puede sintetizarlo en algo más simple.

Es el tiempo, el tiempo en horas, minutos y segundos, pero es el tiempo, concepto indivisible.

Nunca me gustó tanto gastar aquello que se compara con el oro (El tiempo es oro) y nunca sentí crear tantos paralelismos sin darme cuenta.

Tiempo engañoso, de nuevo, quizás Borges no sea un mal profesor, engañoso por hacer ver la hora que no es y cambiar en un segundo, volviendose un remolino imposible de entender.

Como una hoja arrastrada por el viento, otra vez el viento, cambiando de dirección. Quizás esa descripción sería más acorde para mi, que me siento arrastrada. Por el tiempo claro.

Muevo los pies, giro la cara, pero ahí sigue el tiempo. Y ya me empieza a parecer que me sobra, pero no, porque no aparto la vista del reloj, ansiosa a que pase el siguiente segundo.

Pero no pasa. ¿Por qué? Aparece un cristal. Se acabó el tiempo por hoy. Se congela el tiempo.


Se muere el tiempo, para volver a aparecer, donde el sitio de siempre. El tempo, aquello que condiciona ¿Qué condiciona? Solo mi tiempo.

miércoles, 20 de enero de 2010

La máquina

Recuerdo perfectamente el día que llego a mis manos. Encima de la mesa había un paquete envuelto en papel dorado, con un lazo pegado en una de sus esquinas, esperando a ser abierto por mis manos impacientes.

A mi no me gusta la prisa en estas situaciones, así que primero observé el regalo de arriba abajo, intentando intuir que podría ser aquello. Pasé el dedo por una arruga sospechosa y descubrñi un desnivel. Aquello no era un regalo sólo, eso eran dos disfrazados.

Mi familia se ponía nerviosa viendo como analizaba un simple regalo, como si no pudiera abrirlo para saber lo que es, solución simple y fácil. Pero a mi mente le gustaba aquella sensación de incognita, aquel deseo de impulsar las manos hacia el papel y rasgarlo con desesperación. Deseo, que no realización.

Por fin alcé una de mis manos y cogí el paquete entre mis manos. Pesaba, y seguía sin estar segura de lo que era aquello. Agarré una esquina del papel y tiré con fuerza. NIKON.

Esa fue la primera palabra que vi. Seguí abriendo y ante mis ojos perplejos apareció la caja de una cámara de fotos, roja.

Un rojo color escarlata, brillante y llamativo. La verdad es que antes el rojo no era uno de los mejores colores que existían, pero en aquel momento que fuera roja era lo mejor del mundo.

La saqué de la caja, estaba fría. La cogí entre las manos y la encendí. La pequeña pantalla mostraba un retrato casi perfectamente definido del salón, iluminado tan solo por la lámpara que había encima de la mesa.

Jugué con ella durante todo el día, sin atreverme a hacer una sola foto, pero siendo consciente de lo que tener una cámara de fotos significaba. Ya me conocéis, no estaba pensando en que ya no tendría que esperar a que las subieran a algún sitio para tener las fotos, estaba pensando en lo que me gustaba a mi sacarlas, en lo que disfrutaba con las fotos estéticas, bien hechas, aquellas que ves y sientes que te llenas por dentro con una sensación de perfección.

Depende de la persona, su foto perfecta puede tener muchas formas. Por poner un ejemplo reciente, a los guitarristas siempre les enorgullece salir con su niña bonita, a los que tienen una estética muy sensible a lo esperpento simplemente sirven las fotos que hagan que se les quede una cara de asombro, una foto que les haga sorprenderse de su propia capacidad de sacar fotos.

Para mi la foto perfecta es aquella que me evoca algún recuerdo. Quizás por eso soy tan paranoica con las fotos, por eso se me forman a veces en la cabeza y por eso el capricho de sacar las fotos que compongo, porque cuando se hacen realidad es lo que más ilusión me hace, es como si por el mero hecho de sacar esa foto, el recuerdo al que estaba destinada se volviera palpable y dejara de ser recuerdo para volver a ser realidad. Enternecedor.


Esa cámara era el pasaporte a realizar todas las fotos que mi mente se imaginara, más o menos imposibles, sin tener que pedir la cámara y esperar años por la foto, y poder hacerla como yo quisiera.

Aquello era un paso hacia ella. Si, su pensamiento estético de hacer miles de fotos en un solo segundo, de las que se borran más de la mitad y solo son dignas de sobrevivir la ridícula cifra de cinco fotos.


Y cada vez que veo esa cámara, me recuerda a ella.

domingo, 17 de enero de 2010

Querido diario

Miércoles, 13 de enero 2010

Creo que tengo un problema... Es decir, no no debería serlo, para nada, tendría que alegrarme muchísimo ese tipo de proposición... Pero tomar una decisión, eso ya no es tan alegre.

Me explico, en teoría este sábado tengo un cumpleaños, me han avisado hoy. Yo creía... Bueno no importa lo que creía.. No sé que voy a hacer. Ángel dice que haga lo que quiera, Pablo también, yo quiero ir ¿Debo ir?

No conozco a nadie... E ir para no pasarlo bien, sería como un suicidio. Por otra parte, ¿Quién dice que no lo vay a pasar bien? Si, ya lo sé, tú también em dirás que haga lo que quiera, te emocionarás, gritarás. En realidad lo primero que saldrá por tu boca será.. ¿Vas a ir verdad? Y me quedaré en silencio. Y te preocuparás. Tengo que pensarlo muy bien. De todos modos hay algo que él me enséñó hace mucho y que es aplicable en esta situación, Carpe Diem.

Vamos a ver, cierro los ojos. Me imagino allí, donde quiera que sea la fiesta... es unna sensación, agradable... Quizás vaya... ¿Por qué no ir?

Mamáaaa, el sábado tengo un cumpleaños ... De Ángel ... Si, me invitó hoy ... No sé, por la noche supongo ... Cuando lo sepa me lo dice ... Vale, cuando hables con papá avisame.

Iré.. ¡Ah! El regalo... El 17 no se lo doy... ¡Qué vergüenza! Mejor en escuela. Si, será mejor.

Viernes, 15 de enero

Apuf, espero que no le pase nada el regalo hasta la hora de dárselo ¿Para qué le digo yo nada de darselo hoy? Si yo ya sabía que cuanto más pronto.... Si le llego a decir el miércoles que salgo corriendo hasta su casa para dárselo es capaz de decirme que si.

...

No le ha pasado nada... Voya a entrar y a hablar un rato con Celsa... ¡Hola Celsa! ... Si, mi exámen de historia bien ... Ja, ja si puede que sea un poco histérica .... ¿Qué pasa? ... Ah, es para Ángel, es su regalo de cumpleaños ... Si, te escucho ... ¿Qué? No, estás de broma ¿verdad? ... Mierda, Celsa ¿eh? ... No, no es igual ... ¿Y me lo tienes que decir justo antes de que venga? ... Ya, supongo que prefería saberlo ... Vale, salimos fuera.

Tenías que haberlo visto, cuando llegó, sabiendo lo que sabía, no pude evitar darle un abrazo más fuerte de lo normal. Lo primero que dijo "Quiero mi regalo".

Lo conduje hacia dentro, creo que yo estaba más nerviosa que él ¿Y si no le gustaba? Y si no... A ver.

Le tendí el paquete con cierto recelo, como si yo no me quisiera desprender de él. Vamos, ábrelo. Venga, ¡ábrelo!

Empieza a desempaquetar, rompiendo el papel con cierto entusiasmo. Una caja con naranjas. Muy original por mi parte, vaya.

Total lo importante es lo que hay dentro de la caja. Primero el sobre. Es un paralelismo curioso, el principio de la historia está en francés, he tenido que tirar de mi padre y el diccionario para cerciorarme de que estaba correctamente escrito, y ni si quiera estaba muy segura de que...
Estoy apartando la vista, no veo su reacción. A ver... Está sonriendo, buena señal, supongo.
Veamos el dibujo.

Lo despliega... Dios mio, la cara que se le acaba de quedar, tenñias que haberla visto. Me mira, con una sonrisa de oreja a oreja, intentando expresar un soy yo... y salgo muy guapo (jaja). Una sonrisa genial.

Venga, venga, el siguiente que tiene papel dorado (como gibson). Quizás ese no le haga mucha ilusión... Y el CD hasta que no lo escuche...

Soy consciente de que el dibujo le ha encantado. Bueno, menos mal, con la de tiempo que me llevo... Dios mío el cumpleaños ya es mañana... ¡ya es mañana!


Sábado, 16 de enero, y domingo, 17 de enero

Nervios y estrés. Tabaco y alcohol. Durante toda la noche no fui capaz de pensar de manera fría e intentar conocer a alguien nuevo. Me daba absolutamente igual todo lo que se me pasaba por la cabeza, yo solo tenía que pasármelo bien, y eso intenté.

Bueno intenté y creo que conseguí. Pensándolo ahora, ha sido una fiesta genial, en serio, que no lo digo por decir.

A ver, es un poco agobiante cuando no conoces a nadie, y da un poco de rabia cuando te tienen que prestar un pelín más de atención, pero me lo pasé muy bien, nada que temer.

Estoy como... Actualmente en un shock, aún no soy muy consciente de que ayer salí, para ir al cumpleaños de un... ¿se puede decir no? de un amigo muy reciente, pero la impresión fue muy buena.


Menos mal que no tengo diario, porque se volvería loco si realmente pudiera leer todo loq ue escribo.

A ver, es la primera vez que no escribo en metáfora, intento contar una historia lo más fiel posible a la realidad. la realidad es que tu cumpleaños no dura un día, ni siquiera ha durado dos, ha durado casi una semana entera, entre invitaciones, terminar regalos y la fiesta. Y ha sido una gran semana.

¿Quizás sea la peor entrada del blog? No, basta conque cuente esta historia como para que no sea la peor, sino una de las mejores.

Ángel, gracias y muchas felicidades, otra vez.



lunes, 11 de enero de 2010

Distancia

A pesar del frío que hacía, ambas caminábamos por el centro en busca de un autobús que nos llevara a casa.

Iba pensando en que el año que viene quizás fuese el más horrible de todos. Hasta entonces, solo había necesitado tener una sensación de lejanía. Y no lo llevaba mal: entre llamadas de teléfono, visitas y las nuevas tecnologías que hacían todo más fácil... Era como si siempre estuviéramos juntas.

Pero en unos meses el mejor título para la película de nuestras vidas podría ser " Tú a California y yo a Nueva York" y la verdad es que eso era de todo menos tranquilizador.

La verdad es que ella estaba hablando, pero siento decir que fue la única vez que no le hacía caso. Hablaba de Londres.

Si, aquellas vacaciones que ahora se nos antojan lejanas, pero que llegarán pronto, como todos los exámenes, el día de la despedida y, posteriormente, un día peor: La otra despedida.

Pero yo no quería pensar en la última semana que estaríamos juntas, quería que todo siguiera como en nuestros sueños infantiles, lejos de pensar a donde nos iríamos a estudiar, lejos de pensar en nuestro distanciamiento.

Realmente, la que más pena me da es la que va a mi lado. Porque es a la que menos conozco. Y no por no haberme fijado en ella antes, sino simplemente porque nos conocemos desde hace dos años. Y sin embargo, yo seguía pensando en mis cosas, a pesar de hacerle caso, y disfrutar de cada minuto a su lado.

Hace tiempo que aprendí la importancia de un periodo de tiempo tan corto como el minuto. Al principio puede parecer insignificante, cuando tienes todo el tiempo del mundo lo es, pero un minuto puede ser el tiempo decisivo para casi cualquier cosa.

En un minuto se responde si, no, un tal vez muy rápido, o se articula un gesto que lo dice todo en menos tiempo del que te costaría explicarlo con palabras. Un minuto con una persona a la que ves poco es realmente tan o más valioso como el oro.

Pero tú no te pasas el minuto diciendo " Qué importante es este minuto ahora" porque si lo dices lo perdiste. Simplemente lo vives, lo disfrutas, sin pensar en que eso se terminará y romperá.

Bueno, no siempre tiene que romper, pero siempre crea sensación de ser dos cosas distintas.

Absorta en mis pensamientos, y advirtiendo de que ella se había callado y me miraba con cara de no haberla estado escuchando, por lo que deduje que algo me había preguntado, bajé la mirada y, ante mis ojos perplejos, mis tenis eran blancos.

No es que hubiera descubierto el color de mis tenis, a pesar de que eran nuevos, si no que mis tenis solían tener un color negro y habría jurado que esta mañana seguían del mismo color.

Miré hacia arriba, y algo frío cayó en la punta de mi nariz: nieve.

¿Nieve? Extrañada miré hacia la bocacalle y descubrí el mar entre la hilera de edificios y las columnas de las obras.


Recordé entonces tantos momentos juntos que sufrí un choque emocional. El tiempo, aquel que nos acopaña en silencio durante todo nuestro viaje, aquel que nos transporta a momentos infinitos, y aquel que parece pararse cuando nosotros lo deseamos.

Ella seguía mirandome extrañada, sin comprender el baile que mi mente formaba a mi alrededor, sin ver las secuencias que pasaban por ella al mirar hacia todos los rincones, y que parecían tan reales como el suelo que estábamos pisando.

Comencé a dar pasos en falso hacia un lado y otro empezando frases que no terminaba "Allí fue donde..." "Este es el lugan en el que..." "En esta esquina..." Me miró con cara de preocupación y entonces se desvaneció.

Pronto me di cuenta de que todo era producto de mi imaginación. La nieve, ella, las imágenes nítidas que pasaban por mi mente, todo me lo había inventado, lo había soñado.

Pero yo seguía allí, en la calle, recordando todos los momentos anteriores a mis 18 años, como una loca atrapada en sus recuerdos.

Mis tenis siempre habían sido blancos, hacia meses que ella no recorría esas calles conmigo de vuelta a casa.

Lo único que continuaba igual era yo, ahora quieta y con una cara de extrañeza pintada. Y mi archivador.

Lo abrí por la parte de atrás, y encontré las fotos de la gente a la que quería pegadas en la tapa de pasta.

Al llegar a casa cogí el teléfono y llamé: 986... Me cogió una voz cantarina al otro lado del teléfono ¿Elena? ... ¿Está tu hermana? ... Ya, claro ... Si, si, espero ... ¡Ana! ............

Si, si, esto ¿Allí está nevando? ... Si, nevando, me has entendido bien ... Ajá ... No, por nada ... ¡No te estoy mintiendo! ... Vale, vale .... Ana a cenaar ... Hay cosas que nunca cambian ...

Buenas noches.

Y llamé al siguiente número.

sábado, 2 de enero de 2010

La ciudad de los ángeles

Hola hija.

Quiero contarte una historia, una historia que todavía no tiene final, una historia que me ocurrió a la tierna edad de 17 años. Los mismos que tienes tú ahora.

Ahora que he vivido mucho, puedo contártela. Aún ahora sigue sin final.

Cuando era tan joven como tú, sentía que había cosas mucho más importantes que las matemáticas y el inglés. Cosas como la amistad y la relación con el mundo.

Y sentía que todo eso me llevaría lejos, a un mundo donde todo tendría el sentido que tendría que tener.

Era invierno. Los adolescentes esperábamos que nevara con impaciencia. Allí nunca nevaba.
Pero como ya te he dicho muchas veces, mi querida Elle, esta es la ciudad donde los sueños imposibles se cumplen.

Ese año nevó, y nevó tan fuerte que las pocas hojas color anaranjado que quedaban suspendidas en las ramas de los árboles desaparecieron de un día para otro en la fría noche. Por primera vez, la playa tornaba su color arena por un blanco nuclear.

Pero aunque todos esperaban con ilusión el año en que todo permaneciera oculto por la capa fría y blanca, a la semana del mayor acontecimiento meteorológico, los centros comerciales se llenaban de gente asustada de salir a la calle y resfriarse.

Yo no era una de ellas, todo lo contrario, tu padre y yo habríamos salido todos los días dispuestos a guerrear con la nieve hasta bien entrada la noche. Pero nuestros amigos tenían una pasión por el cine irremediable, aún más en días de invierno, y decidimos ir a ver una película en la gran pantalla.

Si, cielo, de aquella tu padre y yo ya nos conocíamos, pero no nos imaginamos llegar a salir hasta esa tarde.

Llegamos los primeros, como siempre. Mirando la cartelera nos dimos cuenta de que nosotros no queríamos ir la cine, queríamos sentir la nieve en nuestros dedos, aunque al día siguiente tuvieramos que quedarnos en cama recuperándonos de la pulmonía que nos estaba esperando allí fuera.

Así que nos fuimos, dejando a nuestros amigos colgados con su ilusión de todas las semanas de ir a una sala oscura llena de butacas. Al principio nos sentimos cohibidos, realmente, y a pesar de estar en el mismo grupo de amigos, tu padre y yo nunca habíamos cruzado más que un hola y un adiós, pero en seguida descubrimos que teníamos muchas cosas en común.

Antes de disfrutar de la nieve, decidimos sentarnos donde ahora es tu lugar. Si, Elle, las escaleras que dan al mar, allí, al lado del puerto. Nunca llegamos a salir de allí, y nunca llegamos a jugar con la nieve.

Nos enredamos en una conversación. Una conversación que nunca olvidaré. Empezó con una simple pregunta por su parte, ¿Qué nos había impulsado a salir fuera, abandonando a nuestros amigos, a pesar del frío polar que hacía? Al principio la respuesta parecía fácil, queríamos sentir la nieve en nuestros dedos y disfrutar del invierno tanto como del verano.

Pero tu padre volvió a preguntar ¿ Y entonces, por qué estamos aquí sentados, hablando, en vez de coger un puñado de nieve y lanzárnosla el uno al otro?

Ya no supe que contestar. Él tenía una teoría. Verás, decía, creo que es simplemente el hecho de que no nos conocemos. Por ejemplo, si estuviera aquí con cualquiera de mis amigos ya me estaría peleando con la nieve, quizás no, porque a ellos no les entusiasma el invierno tanto como a mí, pero podría ser posible. Sin embargo, nosotros no hemos cruzado más que palabras de cortesía, cosa que, paradojicamente, es muy maleducado por nuestra parte. En conclusión, estamos aquí sentados porque nunca hemos sabido como conocernos el uno al otro y nos ha parecido que es hora de empezar.

En el momento yo me quedé perpleja con tal afirmación, pues yo solamente había propuesto, inocentemente, salir a divertirnos. De todos modos, el hecho de pedirle a un "desconocido" salir a la calle y abandonar a la pandilla tenía algo de sospechoso.

Intenté excusarme de cualquier manera, pero tu padre siempre atribuia mis disculpas a que no había sido mi yo en si la que había tomado la decisión, sino mi subconsciente, y que mis remordimientos surgían como acto reflejo pero que realmente no sentía mas que alegría por estar allí fuera hablando con él.

En aquel momento solo pensé que tu padre era un creído y que lo mejor sería levantarse de allí y olvidar todas esas patrañas.

Pero me espetó otra pregunta ¿Te irías a algún otro sitio ahora? De alguna manera, aquello provocó una gran curiosidad en mí. Le respondí que no, ya que estando allí ya sabía lo que me esperaba mientras que si me ponía a caminar hacia cualquier otro lugar podría encontrarme con cualquier cosa.

Aquello le hizo reir. Aún no le pregunté que se le pasó por la cabeza cuando le respondí aquella pregunta. Creo que es porque nunca quise saberlo. Al final de la tarde habíamos descubierto todo del uno sobre el otro, hasta a qué sabáamos.


Así empezamos a salir, a escondidas de nuestros amigos. Pero nuestras citas no eran convencionales. No se trataba de dar envidia saliendo a la calle para que todos observaran la buena pareja que hacíamos, se trataba de retomar aquella conversación en el puerto.

Nunca conseguimos retomarla, pero ambos conocíamos esa parte del otro, esa parte intelectual que siempre nos unió. Y que nos sigue uniendo.

Ya sé que todo esto te suena Elle, ya sé que nevó hace unos meses, en diciembre, y que tú estuviste en las escaleras del puerto en vez de enzarzarte en una pelea de nieve.

¿Si te pasará lo mismo que a mi? Eso no lo sé, ojalá sea así, ojalá tú tengas la suerte que yo tuve en aquel invierno. Y ojalá cuando seas mayor también relates tu historia.


También sé que todo esto te resulta tremendamente empalagoso, y que tu mente no está preparada para historias de amor que acaban bien, pero algún día, cuando tengas la misma mentalidad que yo, solo entonces, comprenderás la suerte que fue encontrar a alguien en las escaleras del puerto nevado en la ciudad donde los sueños imposibles se cumplen.