Tenlo claro...

La primera vez que traspasó aquella puerta, apenas alcanzaba el metro de estatura. Se quedó en el umbral, aspirando el aroma a magia que desprendía aquella casa. La estancia estaba en penumbra, iluminada únicamente con una luz anaranjada, sin fuente aparente, al menos el pequeño no sabía de donde venía.

Se atrevió a dar un paso, y otro, y otro, hasta que se encontró de frente con la dueña de la casa, la que lo había traído hasta allí. Estás entrando en el mundo de los sueños, el mundo de las artes, el mundo ficticio y real, donde todo se rompe y se regenera de nuevo. Donde todo es infinito. Ahora te lo creerás, pero cuando seas mayor, empezarás a ponerlo en duda.

Los adultos son todos unos ilusos, no saben que la literatura lleva a todas partes.

martes, 5 de abril de 2011

Ian.

Hacía tiempo que no veía un aura como esa. Un aura pura... Tranquila.

Cualquier pensamiento que se me antoje traición... Se me clava como un puñal en el corazón, frío, de hierro, imposible de sacar. O quizás si, quizás em perdone simplemente con una de sus risas.

Ojalá me lo perdonen mis pensamientos. Para ser humana hay que cometer ciertos errores, errores que quieres cometer. Lo cometí una vez y lo conseguiré una segunda.

Pero él... Él es distinto.

Siempre me equivoqué con él, como con Christian. Al principio, Ian se tornaba como un capricho insignificante, un revoltijo simple de hilos, que en cuanto tiraras de uno, todo se vendría abajo, y quedaría, sin más, un reflejo de lo interesante que creíste ver, un espejo. Una... ilusion.

No me hizo falta mucho tiempo para tirar del primer hilo. Si decisión, eso me falta siempre. Y tirar... fue como pensar que aquello no seguiría mucho más... Que todo se desharía con esa insignificante y pequeña pregunta, fuera de lugar, fuera de tono...

Timida, casi sin voz.

Mi sorpresa fue descubrir, como primera mentira, que no es tan simple como una lo ve la primera vez. Había algo, algo que brillaba allí, entre toda esa maraña, había algo que podría resultar, encajar.

Había algo... una niebla, que se colaba por mis oidos como un aroma, algo tranquilo, salado, capaz de darme paz, esa que no encuentro cuanto mas la necesito.

Lo noto, está ahí, aunque me esté yendo por otro camino brevemente, esa intensidad que me mira, sigue ahí.

A veces la veo cerca, otras noto, como se encuentra más alejado. Tengo miedo, miedo de que no sea yo, por supuesto, y estoy agazapada esperando una señal clara de poder salir, y luchar por lo que quiero.

Porque, aunque sea de una manera leve, siento que le quiero. Ese cosquilleo, esa electricidad que me provoca.

Eso, no hay quien lo cambie, ni quien lo sustituya. Pero tampoco puedo luchar por tenerlo, si no vamos a llegar a ninguna parte.

sábado, 19 de marzo de 2011

Los 10 días de felicidad.

Son imposibles.

Por múltiples razones. No es un sentimiento que me agrade, pero a él parece que... le gusta estar conmigo.

No me siento bien. Con nadie. No tengo ganas de querer a nadie, de sonreír de repente, y ser todo lo feliz que puedo serlo.

Me siento vacía por dentro, como si hubiera perdido la única cosa importante. A menudo se me ocurre pensar que no es una broma. Tengo ganas de llorar, siempre. Raro es el día que no.

Estoy empezando a perder cosas que me importan de verdad. Me siento podrida, asqueada, no me gusto, y desde luego no soy capaz de sentir todo lo de antes.

Me pregunto si he sido yo sola la que ha decidido desintegrarse sola, si ha sido un cúmulo de cosas, si ha sido esta asquerosa carrera o que cojones ha sido.

No me gusto, no me siento, no tengo ganas de hacer nada, y me da igual en que ambiente esté pero no me siento bien.

Y menos en esas situaciones. Pero como les quiero, me lo callo. Y digo que estoy bien.

sábado, 22 de enero de 2011

Audrey y el número fi

Quizás esta carrera me está consumiendo el alma a una manera estrasensorial.

Quiero... Reconocer que necesito unas vacaciones largas... Extralargas... Hasta el punto de analizar el vuelo de una mosca a una altura de 2 metros del suelo.

Porque ya me es imposible pensar en otra cosa que no sean alturas, cosas concretas, inmediatas, a cuanto debe estar uan puerta, donde va una ventana, si esta abre a la francesa o es abatible.

Lineas, es lo único que consigo ver, líneas y más líneas.

Quiero mi mundo de sentimientos a flor de piel, donde todo era un maldito baile de máscaras, donde aparecía el rojo, el sofá rojo, donde las peleas de bolas de nieve eran tan ciertas como el aire que llegabamos a respirar.

Donde los besos eran tan solo escribir un beso... Donde todo es posible con un simple tecleo.

Hecho de menos lo que... de alguna manera, el momento en el que no me equivoqué. ¿Y si me equivoqué al principio y todo lo que vivimos es una sarta de maravillosas mentras?

Por otra parte, me encanta equivocarme, los huracanes en continuo movimiento son imposibles de encasillar, y a la vez fascinantes.

Fascinación, es practicamente todo lo que tengo ¿Sabes cual es el miedo? Mi miedo... es que se esfume la fascinación. Llegar y decir "no era para tanto" Hacer fiuuuuu en pocos términos y muy mal explicado.

Y por otro lado... No sentirse gafe. Por una vez en la vida, no sentirse gafe.

domingo, 9 de enero de 2011

Son las doce y veinte...

Del 10 de enero del 2011.

No pretendo empezar a usar este blog como un diario, a pesar de que ya lo esté haciendo de una manera encriptada.

Hoy, hoy tengo miedo. A esta hora, y en este día, a 96 horas de mi catástrofica prueba como aspirante a arquitecto no puedo hacer otra cosa que desvanecerme en esta página blanca y azul.

Si, tendría que estar con un lápiz y una goma en las manos, emborronando una lámina que no pasará del cuatro, siendo muy generosos conmigo mis amables profesores.

Esto... realmente es lo que quiero, si. Pero el nerviosismo me abruma enormemente con esta cuenta atrás para mi exámen de introducción que tanto temo, y para el que el libro se ha quedado cerrado. Con plan de estrenarlo mañana, por supuesto.

Tengo miedo, claro está, porque pensamos en todas las notas posibles por debajo del cinco.

Es obvio, hemos empezado una nueva etapa, y a cada paso que damos, cada avance que nos indica que estamos arriesgando por tener la formación necesaria y salir adelante cuando nos encontremos solos; nos parece que estamos más lejos de cuando, de pequeños, jugabamos a aprender a leer y a escribir. Estamos arriesgando, y como arriesgamos, tenemos el problema de fallar.

No hace mucho, me caí patinando. Con mis tíos. Mi tío insistía en que ponía cara extraña, porque aquel día no podría decir que no me había caído ni una sola vez. En realidad, me estaba agobiando pensando en lo que tenía que hacer al volver a casa.

Hablas, y hablas de todo lo que estudias. Cierras los ojos, y aparecen lineas, letras impresas, muchísimos apuntes. Aparece lo que te agobia.

Respira. Respirad todos. Esto solo sirve de aliento. Seremos arquitectos, médicos, arqueologos, empresarios, profesores, filólogos, seremos todo cuanto queramos ser, porque somos capaces. Todavía más si somos capaces de no caer.

Escucha, es un aliento. Estudia lo que puedas, y esfuérzate, porque al menos, te habrás esforzado. Hazlo, y no habrá ningún problema.

Es la una y cuarto del 10 de enero. A cuatro días del desastre. Y tras mi breve pausa escribiendo, vuelvo al trabajo con fuerzas. Porque al menos yo, sé que puedo superarlo.

Así que tú, que eres mejor que yo, en todos los aspectos, puedes, todavía mejor.

Seas quien seas, claro.