Tenlo claro...

La primera vez que traspasó aquella puerta, apenas alcanzaba el metro de estatura. Se quedó en el umbral, aspirando el aroma a magia que desprendía aquella casa. La estancia estaba en penumbra, iluminada únicamente con una luz anaranjada, sin fuente aparente, al menos el pequeño no sabía de donde venía.

Se atrevió a dar un paso, y otro, y otro, hasta que se encontró de frente con la dueña de la casa, la que lo había traído hasta allí. Estás entrando en el mundo de los sueños, el mundo de las artes, el mundo ficticio y real, donde todo se rompe y se regenera de nuevo. Donde todo es infinito. Ahora te lo creerás, pero cuando seas mayor, empezarás a ponerlo en duda.

Los adultos son todos unos ilusos, no saben que la literatura lleva a todas partes.

jueves, 25 de abril de 2019

17


El número diecisiete es un buen número. Tiene un siete, me gustan los sietes.
A veces, cuando los días se vuelven una tortura como está pasando últimamente, recuerdo cuando todavía tenía diecisiete.
Cuando todavía no había decidido qué quería hacer con mi futuro, cuando lo único que me preocupaba era que el chico que me gustaba me siguiera la corriente, cuando lo único que pasaba era que pasaba desapercibida entre toda la gente que había en mi instituto.
Cuando el rojo era un color importante, y existía un sofá. Si, hubo un sofá antes. Uno dentro de una metáfora que terminó en una ruptura triple.
Cuando había alguien que se preocupaba desinteresadamente por mí, aunque todo el mundo idealizaba una relación entre nosotros.
Cuando regalé una caja de color dorado, porque el color dorado era importante, como tu guitarra.
Cuando no faltaba nadie en el mundo y éramos tres para tres.
Cuando no lloraba por tener que recordar todo esto mientras lo escribo, porque echar de menos lo que ya no tienes es muy fácil, y volver a encontrarlo es muy difícil.
Cuando empecé a escribir, y Ange, Elle y Alma eran tres perfectas réplicas, y todo lo que tenía era mucha inspiración y muchas ganas de que alguien lo leyera entendiendo que era lo que estaba pasando.
Cuando todavía tenía conciencia en la cabeza y no la notaba como un inmenso y oscuro vacío en el que no aparece nada, y la semana complicada era la semana en que tenía exámenes y nada más.
El número diecisiete era un buen número.