Tenlo claro...

La primera vez que traspasó aquella puerta, apenas alcanzaba el metro de estatura. Se quedó en el umbral, aspirando el aroma a magia que desprendía aquella casa. La estancia estaba en penumbra, iluminada únicamente con una luz anaranjada, sin fuente aparente, al menos el pequeño no sabía de donde venía.

Se atrevió a dar un paso, y otro, y otro, hasta que se encontró de frente con la dueña de la casa, la que lo había traído hasta allí. Estás entrando en el mundo de los sueños, el mundo de las artes, el mundo ficticio y real, donde todo se rompe y se regenera de nuevo. Donde todo es infinito. Ahora te lo creerás, pero cuando seas mayor, empezarás a ponerlo en duda.

Los adultos son todos unos ilusos, no saben que la literatura lleva a todas partes.

jueves, 28 de enero de 2010

El tiempo.

Aquello que nos falta cuando tenemos muchas cosas que hacer, y aquello que cuando queremos que pase rápido nos sobra.

El tiempo. A mi nunca me sobra, si hablamos metáforicamente.

Me atrevo a decir que es mi tiempo, pues de alguna manera me pertenece, aunque solo sea una media hora de su tiempo. Mi tiempo y su tiempo. Y son el mismo ¿eh?

Mi tiempo no tiene lógica alguna. Es el tiempo engañoso, el que transcurre a la velocidad de la luz y cuando te das cuenta ya ha traspasado el cristal. Es quel guiado por el viento.

Es el reloj que va en sentido contrario a sus agujas.

Me faltan palabras y situaciones para describirlo, y no soy muy partidaria del eterno retorno de Borges.

Pero tampoco me gusta los escritos breves. Pero es tanto el tiempo y tan poco para describirlo que parece que no lo aprecio lo suficiente. Y es, simplemente, que son situaciones tan acordes que mi mente no puede sintetizarlo en algo más simple.

Es el tiempo, el tiempo en horas, minutos y segundos, pero es el tiempo, concepto indivisible.

Nunca me gustó tanto gastar aquello que se compara con el oro (El tiempo es oro) y nunca sentí crear tantos paralelismos sin darme cuenta.

Tiempo engañoso, de nuevo, quizás Borges no sea un mal profesor, engañoso por hacer ver la hora que no es y cambiar en un segundo, volviendose un remolino imposible de entender.

Como una hoja arrastrada por el viento, otra vez el viento, cambiando de dirección. Quizás esa descripción sería más acorde para mi, que me siento arrastrada. Por el tiempo claro.

Muevo los pies, giro la cara, pero ahí sigue el tiempo. Y ya me empieza a parecer que me sobra, pero no, porque no aparto la vista del reloj, ansiosa a que pase el siguiente segundo.

Pero no pasa. ¿Por qué? Aparece un cristal. Se acabó el tiempo por hoy. Se congela el tiempo.


Se muere el tiempo, para volver a aparecer, donde el sitio de siempre. El tempo, aquello que condiciona ¿Qué condiciona? Solo mi tiempo.

miércoles, 20 de enero de 2010

La máquina

Recuerdo perfectamente el día que llego a mis manos. Encima de la mesa había un paquete envuelto en papel dorado, con un lazo pegado en una de sus esquinas, esperando a ser abierto por mis manos impacientes.

A mi no me gusta la prisa en estas situaciones, así que primero observé el regalo de arriba abajo, intentando intuir que podría ser aquello. Pasé el dedo por una arruga sospechosa y descubrñi un desnivel. Aquello no era un regalo sólo, eso eran dos disfrazados.

Mi familia se ponía nerviosa viendo como analizaba un simple regalo, como si no pudiera abrirlo para saber lo que es, solución simple y fácil. Pero a mi mente le gustaba aquella sensación de incognita, aquel deseo de impulsar las manos hacia el papel y rasgarlo con desesperación. Deseo, que no realización.

Por fin alcé una de mis manos y cogí el paquete entre mis manos. Pesaba, y seguía sin estar segura de lo que era aquello. Agarré una esquina del papel y tiré con fuerza. NIKON.

Esa fue la primera palabra que vi. Seguí abriendo y ante mis ojos perplejos apareció la caja de una cámara de fotos, roja.

Un rojo color escarlata, brillante y llamativo. La verdad es que antes el rojo no era uno de los mejores colores que existían, pero en aquel momento que fuera roja era lo mejor del mundo.

La saqué de la caja, estaba fría. La cogí entre las manos y la encendí. La pequeña pantalla mostraba un retrato casi perfectamente definido del salón, iluminado tan solo por la lámpara que había encima de la mesa.

Jugué con ella durante todo el día, sin atreverme a hacer una sola foto, pero siendo consciente de lo que tener una cámara de fotos significaba. Ya me conocéis, no estaba pensando en que ya no tendría que esperar a que las subieran a algún sitio para tener las fotos, estaba pensando en lo que me gustaba a mi sacarlas, en lo que disfrutaba con las fotos estéticas, bien hechas, aquellas que ves y sientes que te llenas por dentro con una sensación de perfección.

Depende de la persona, su foto perfecta puede tener muchas formas. Por poner un ejemplo reciente, a los guitarristas siempre les enorgullece salir con su niña bonita, a los que tienen una estética muy sensible a lo esperpento simplemente sirven las fotos que hagan que se les quede una cara de asombro, una foto que les haga sorprenderse de su propia capacidad de sacar fotos.

Para mi la foto perfecta es aquella que me evoca algún recuerdo. Quizás por eso soy tan paranoica con las fotos, por eso se me forman a veces en la cabeza y por eso el capricho de sacar las fotos que compongo, porque cuando se hacen realidad es lo que más ilusión me hace, es como si por el mero hecho de sacar esa foto, el recuerdo al que estaba destinada se volviera palpable y dejara de ser recuerdo para volver a ser realidad. Enternecedor.


Esa cámara era el pasaporte a realizar todas las fotos que mi mente se imaginara, más o menos imposibles, sin tener que pedir la cámara y esperar años por la foto, y poder hacerla como yo quisiera.

Aquello era un paso hacia ella. Si, su pensamiento estético de hacer miles de fotos en un solo segundo, de las que se borran más de la mitad y solo son dignas de sobrevivir la ridícula cifra de cinco fotos.


Y cada vez que veo esa cámara, me recuerda a ella.

domingo, 17 de enero de 2010

Querido diario

Miércoles, 13 de enero 2010

Creo que tengo un problema... Es decir, no no debería serlo, para nada, tendría que alegrarme muchísimo ese tipo de proposición... Pero tomar una decisión, eso ya no es tan alegre.

Me explico, en teoría este sábado tengo un cumpleaños, me han avisado hoy. Yo creía... Bueno no importa lo que creía.. No sé que voy a hacer. Ángel dice que haga lo que quiera, Pablo también, yo quiero ir ¿Debo ir?

No conozco a nadie... E ir para no pasarlo bien, sería como un suicidio. Por otra parte, ¿Quién dice que no lo vay a pasar bien? Si, ya lo sé, tú también em dirás que haga lo que quiera, te emocionarás, gritarás. En realidad lo primero que saldrá por tu boca será.. ¿Vas a ir verdad? Y me quedaré en silencio. Y te preocuparás. Tengo que pensarlo muy bien. De todos modos hay algo que él me enséñó hace mucho y que es aplicable en esta situación, Carpe Diem.

Vamos a ver, cierro los ojos. Me imagino allí, donde quiera que sea la fiesta... es unna sensación, agradable... Quizás vaya... ¿Por qué no ir?

Mamáaaa, el sábado tengo un cumpleaños ... De Ángel ... Si, me invitó hoy ... No sé, por la noche supongo ... Cuando lo sepa me lo dice ... Vale, cuando hables con papá avisame.

Iré.. ¡Ah! El regalo... El 17 no se lo doy... ¡Qué vergüenza! Mejor en escuela. Si, será mejor.

Viernes, 15 de enero

Apuf, espero que no le pase nada el regalo hasta la hora de dárselo ¿Para qué le digo yo nada de darselo hoy? Si yo ya sabía que cuanto más pronto.... Si le llego a decir el miércoles que salgo corriendo hasta su casa para dárselo es capaz de decirme que si.

...

No le ha pasado nada... Voya a entrar y a hablar un rato con Celsa... ¡Hola Celsa! ... Si, mi exámen de historia bien ... Ja, ja si puede que sea un poco histérica .... ¿Qué pasa? ... Ah, es para Ángel, es su regalo de cumpleaños ... Si, te escucho ... ¿Qué? No, estás de broma ¿verdad? ... Mierda, Celsa ¿eh? ... No, no es igual ... ¿Y me lo tienes que decir justo antes de que venga? ... Ya, supongo que prefería saberlo ... Vale, salimos fuera.

Tenías que haberlo visto, cuando llegó, sabiendo lo que sabía, no pude evitar darle un abrazo más fuerte de lo normal. Lo primero que dijo "Quiero mi regalo".

Lo conduje hacia dentro, creo que yo estaba más nerviosa que él ¿Y si no le gustaba? Y si no... A ver.

Le tendí el paquete con cierto recelo, como si yo no me quisiera desprender de él. Vamos, ábrelo. Venga, ¡ábrelo!

Empieza a desempaquetar, rompiendo el papel con cierto entusiasmo. Una caja con naranjas. Muy original por mi parte, vaya.

Total lo importante es lo que hay dentro de la caja. Primero el sobre. Es un paralelismo curioso, el principio de la historia está en francés, he tenido que tirar de mi padre y el diccionario para cerciorarme de que estaba correctamente escrito, y ni si quiera estaba muy segura de que...
Estoy apartando la vista, no veo su reacción. A ver... Está sonriendo, buena señal, supongo.
Veamos el dibujo.

Lo despliega... Dios mio, la cara que se le acaba de quedar, tenñias que haberla visto. Me mira, con una sonrisa de oreja a oreja, intentando expresar un soy yo... y salgo muy guapo (jaja). Una sonrisa genial.

Venga, venga, el siguiente que tiene papel dorado (como gibson). Quizás ese no le haga mucha ilusión... Y el CD hasta que no lo escuche...

Soy consciente de que el dibujo le ha encantado. Bueno, menos mal, con la de tiempo que me llevo... Dios mío el cumpleaños ya es mañana... ¡ya es mañana!


Sábado, 16 de enero, y domingo, 17 de enero

Nervios y estrés. Tabaco y alcohol. Durante toda la noche no fui capaz de pensar de manera fría e intentar conocer a alguien nuevo. Me daba absolutamente igual todo lo que se me pasaba por la cabeza, yo solo tenía que pasármelo bien, y eso intenté.

Bueno intenté y creo que conseguí. Pensándolo ahora, ha sido una fiesta genial, en serio, que no lo digo por decir.

A ver, es un poco agobiante cuando no conoces a nadie, y da un poco de rabia cuando te tienen que prestar un pelín más de atención, pero me lo pasé muy bien, nada que temer.

Estoy como... Actualmente en un shock, aún no soy muy consciente de que ayer salí, para ir al cumpleaños de un... ¿se puede decir no? de un amigo muy reciente, pero la impresión fue muy buena.


Menos mal que no tengo diario, porque se volvería loco si realmente pudiera leer todo loq ue escribo.

A ver, es la primera vez que no escribo en metáfora, intento contar una historia lo más fiel posible a la realidad. la realidad es que tu cumpleaños no dura un día, ni siquiera ha durado dos, ha durado casi una semana entera, entre invitaciones, terminar regalos y la fiesta. Y ha sido una gran semana.

¿Quizás sea la peor entrada del blog? No, basta conque cuente esta historia como para que no sea la peor, sino una de las mejores.

Ángel, gracias y muchas felicidades, otra vez.



lunes, 11 de enero de 2010

Distancia

A pesar del frío que hacía, ambas caminábamos por el centro en busca de un autobús que nos llevara a casa.

Iba pensando en que el año que viene quizás fuese el más horrible de todos. Hasta entonces, solo había necesitado tener una sensación de lejanía. Y no lo llevaba mal: entre llamadas de teléfono, visitas y las nuevas tecnologías que hacían todo más fácil... Era como si siempre estuviéramos juntas.

Pero en unos meses el mejor título para la película de nuestras vidas podría ser " Tú a California y yo a Nueva York" y la verdad es que eso era de todo menos tranquilizador.

La verdad es que ella estaba hablando, pero siento decir que fue la única vez que no le hacía caso. Hablaba de Londres.

Si, aquellas vacaciones que ahora se nos antojan lejanas, pero que llegarán pronto, como todos los exámenes, el día de la despedida y, posteriormente, un día peor: La otra despedida.

Pero yo no quería pensar en la última semana que estaríamos juntas, quería que todo siguiera como en nuestros sueños infantiles, lejos de pensar a donde nos iríamos a estudiar, lejos de pensar en nuestro distanciamiento.

Realmente, la que más pena me da es la que va a mi lado. Porque es a la que menos conozco. Y no por no haberme fijado en ella antes, sino simplemente porque nos conocemos desde hace dos años. Y sin embargo, yo seguía pensando en mis cosas, a pesar de hacerle caso, y disfrutar de cada minuto a su lado.

Hace tiempo que aprendí la importancia de un periodo de tiempo tan corto como el minuto. Al principio puede parecer insignificante, cuando tienes todo el tiempo del mundo lo es, pero un minuto puede ser el tiempo decisivo para casi cualquier cosa.

En un minuto se responde si, no, un tal vez muy rápido, o se articula un gesto que lo dice todo en menos tiempo del que te costaría explicarlo con palabras. Un minuto con una persona a la que ves poco es realmente tan o más valioso como el oro.

Pero tú no te pasas el minuto diciendo " Qué importante es este minuto ahora" porque si lo dices lo perdiste. Simplemente lo vives, lo disfrutas, sin pensar en que eso se terminará y romperá.

Bueno, no siempre tiene que romper, pero siempre crea sensación de ser dos cosas distintas.

Absorta en mis pensamientos, y advirtiendo de que ella se había callado y me miraba con cara de no haberla estado escuchando, por lo que deduje que algo me había preguntado, bajé la mirada y, ante mis ojos perplejos, mis tenis eran blancos.

No es que hubiera descubierto el color de mis tenis, a pesar de que eran nuevos, si no que mis tenis solían tener un color negro y habría jurado que esta mañana seguían del mismo color.

Miré hacia arriba, y algo frío cayó en la punta de mi nariz: nieve.

¿Nieve? Extrañada miré hacia la bocacalle y descubrí el mar entre la hilera de edificios y las columnas de las obras.


Recordé entonces tantos momentos juntos que sufrí un choque emocional. El tiempo, aquel que nos acopaña en silencio durante todo nuestro viaje, aquel que nos transporta a momentos infinitos, y aquel que parece pararse cuando nosotros lo deseamos.

Ella seguía mirandome extrañada, sin comprender el baile que mi mente formaba a mi alrededor, sin ver las secuencias que pasaban por ella al mirar hacia todos los rincones, y que parecían tan reales como el suelo que estábamos pisando.

Comencé a dar pasos en falso hacia un lado y otro empezando frases que no terminaba "Allí fue donde..." "Este es el lugan en el que..." "En esta esquina..." Me miró con cara de preocupación y entonces se desvaneció.

Pronto me di cuenta de que todo era producto de mi imaginación. La nieve, ella, las imágenes nítidas que pasaban por mi mente, todo me lo había inventado, lo había soñado.

Pero yo seguía allí, en la calle, recordando todos los momentos anteriores a mis 18 años, como una loca atrapada en sus recuerdos.

Mis tenis siempre habían sido blancos, hacia meses que ella no recorría esas calles conmigo de vuelta a casa.

Lo único que continuaba igual era yo, ahora quieta y con una cara de extrañeza pintada. Y mi archivador.

Lo abrí por la parte de atrás, y encontré las fotos de la gente a la que quería pegadas en la tapa de pasta.

Al llegar a casa cogí el teléfono y llamé: 986... Me cogió una voz cantarina al otro lado del teléfono ¿Elena? ... ¿Está tu hermana? ... Ya, claro ... Si, si, espero ... ¡Ana! ............

Si, si, esto ¿Allí está nevando? ... Si, nevando, me has entendido bien ... Ajá ... No, por nada ... ¡No te estoy mintiendo! ... Vale, vale .... Ana a cenaar ... Hay cosas que nunca cambian ...

Buenas noches.

Y llamé al siguiente número.

sábado, 2 de enero de 2010

La ciudad de los ángeles

Hola hija.

Quiero contarte una historia, una historia que todavía no tiene final, una historia que me ocurrió a la tierna edad de 17 años. Los mismos que tienes tú ahora.

Ahora que he vivido mucho, puedo contártela. Aún ahora sigue sin final.

Cuando era tan joven como tú, sentía que había cosas mucho más importantes que las matemáticas y el inglés. Cosas como la amistad y la relación con el mundo.

Y sentía que todo eso me llevaría lejos, a un mundo donde todo tendría el sentido que tendría que tener.

Era invierno. Los adolescentes esperábamos que nevara con impaciencia. Allí nunca nevaba.
Pero como ya te he dicho muchas veces, mi querida Elle, esta es la ciudad donde los sueños imposibles se cumplen.

Ese año nevó, y nevó tan fuerte que las pocas hojas color anaranjado que quedaban suspendidas en las ramas de los árboles desaparecieron de un día para otro en la fría noche. Por primera vez, la playa tornaba su color arena por un blanco nuclear.

Pero aunque todos esperaban con ilusión el año en que todo permaneciera oculto por la capa fría y blanca, a la semana del mayor acontecimiento meteorológico, los centros comerciales se llenaban de gente asustada de salir a la calle y resfriarse.

Yo no era una de ellas, todo lo contrario, tu padre y yo habríamos salido todos los días dispuestos a guerrear con la nieve hasta bien entrada la noche. Pero nuestros amigos tenían una pasión por el cine irremediable, aún más en días de invierno, y decidimos ir a ver una película en la gran pantalla.

Si, cielo, de aquella tu padre y yo ya nos conocíamos, pero no nos imaginamos llegar a salir hasta esa tarde.

Llegamos los primeros, como siempre. Mirando la cartelera nos dimos cuenta de que nosotros no queríamos ir la cine, queríamos sentir la nieve en nuestros dedos, aunque al día siguiente tuvieramos que quedarnos en cama recuperándonos de la pulmonía que nos estaba esperando allí fuera.

Así que nos fuimos, dejando a nuestros amigos colgados con su ilusión de todas las semanas de ir a una sala oscura llena de butacas. Al principio nos sentimos cohibidos, realmente, y a pesar de estar en el mismo grupo de amigos, tu padre y yo nunca habíamos cruzado más que un hola y un adiós, pero en seguida descubrimos que teníamos muchas cosas en común.

Antes de disfrutar de la nieve, decidimos sentarnos donde ahora es tu lugar. Si, Elle, las escaleras que dan al mar, allí, al lado del puerto. Nunca llegamos a salir de allí, y nunca llegamos a jugar con la nieve.

Nos enredamos en una conversación. Una conversación que nunca olvidaré. Empezó con una simple pregunta por su parte, ¿Qué nos había impulsado a salir fuera, abandonando a nuestros amigos, a pesar del frío polar que hacía? Al principio la respuesta parecía fácil, queríamos sentir la nieve en nuestros dedos y disfrutar del invierno tanto como del verano.

Pero tu padre volvió a preguntar ¿ Y entonces, por qué estamos aquí sentados, hablando, en vez de coger un puñado de nieve y lanzárnosla el uno al otro?

Ya no supe que contestar. Él tenía una teoría. Verás, decía, creo que es simplemente el hecho de que no nos conocemos. Por ejemplo, si estuviera aquí con cualquiera de mis amigos ya me estaría peleando con la nieve, quizás no, porque a ellos no les entusiasma el invierno tanto como a mí, pero podría ser posible. Sin embargo, nosotros no hemos cruzado más que palabras de cortesía, cosa que, paradojicamente, es muy maleducado por nuestra parte. En conclusión, estamos aquí sentados porque nunca hemos sabido como conocernos el uno al otro y nos ha parecido que es hora de empezar.

En el momento yo me quedé perpleja con tal afirmación, pues yo solamente había propuesto, inocentemente, salir a divertirnos. De todos modos, el hecho de pedirle a un "desconocido" salir a la calle y abandonar a la pandilla tenía algo de sospechoso.

Intenté excusarme de cualquier manera, pero tu padre siempre atribuia mis disculpas a que no había sido mi yo en si la que había tomado la decisión, sino mi subconsciente, y que mis remordimientos surgían como acto reflejo pero que realmente no sentía mas que alegría por estar allí fuera hablando con él.

En aquel momento solo pensé que tu padre era un creído y que lo mejor sería levantarse de allí y olvidar todas esas patrañas.

Pero me espetó otra pregunta ¿Te irías a algún otro sitio ahora? De alguna manera, aquello provocó una gran curiosidad en mí. Le respondí que no, ya que estando allí ya sabía lo que me esperaba mientras que si me ponía a caminar hacia cualquier otro lugar podría encontrarme con cualquier cosa.

Aquello le hizo reir. Aún no le pregunté que se le pasó por la cabeza cuando le respondí aquella pregunta. Creo que es porque nunca quise saberlo. Al final de la tarde habíamos descubierto todo del uno sobre el otro, hasta a qué sabáamos.


Así empezamos a salir, a escondidas de nuestros amigos. Pero nuestras citas no eran convencionales. No se trataba de dar envidia saliendo a la calle para que todos observaran la buena pareja que hacíamos, se trataba de retomar aquella conversación en el puerto.

Nunca conseguimos retomarla, pero ambos conocíamos esa parte del otro, esa parte intelectual que siempre nos unió. Y que nos sigue uniendo.

Ya sé que todo esto te suena Elle, ya sé que nevó hace unos meses, en diciembre, y que tú estuviste en las escaleras del puerto en vez de enzarzarte en una pelea de nieve.

¿Si te pasará lo mismo que a mi? Eso no lo sé, ojalá sea así, ojalá tú tengas la suerte que yo tuve en aquel invierno. Y ojalá cuando seas mayor también relates tu historia.


También sé que todo esto te resulta tremendamente empalagoso, y que tu mente no está preparada para historias de amor que acaban bien, pero algún día, cuando tengas la misma mentalidad que yo, solo entonces, comprenderás la suerte que fue encontrar a alguien en las escaleras del puerto nevado en la ciudad donde los sueños imposibles se cumplen.