Tenlo claro...

La primera vez que traspasó aquella puerta, apenas alcanzaba el metro de estatura. Se quedó en el umbral, aspirando el aroma a magia que desprendía aquella casa. La estancia estaba en penumbra, iluminada únicamente con una luz anaranjada, sin fuente aparente, al menos el pequeño no sabía de donde venía.

Se atrevió a dar un paso, y otro, y otro, hasta que se encontró de frente con la dueña de la casa, la que lo había traído hasta allí. Estás entrando en el mundo de los sueños, el mundo de las artes, el mundo ficticio y real, donde todo se rompe y se regenera de nuevo. Donde todo es infinito. Ahora te lo creerás, pero cuando seas mayor, empezarás a ponerlo en duda.

Los adultos son todos unos ilusos, no saben que la literatura lleva a todas partes.

domingo, 1 de diciembre de 2019

Tiempo

Alma subió las escaleras despacio. Sus pies descalzos apenas hacían crujir la vieja madera que reposaba en cada uno de los peldaños, bajo sus pies.
Hacía días que Kvothe no salía de su habitación. Normalmente, eso no significaba algo malo, ni siquiera era una razón para alarmarse. Pero en ese instante, Alma tenía una corazonada.

Al llegar a la parte superior de las escaleras se enfrentó cara a cara con un largo pasillo lleno de puertas. Se dirigió sin pensar hacia la tercera puerta a la derecha y, plantada firmemente ante ella, gritó:
-¿Kvothe?

El sonido se coló por las rendijas de la puerta e hizo vibrar su marco. Alma se quedó en silencio, esperando respuesta.

-Vete- un leve susurro provino del interior.
Alma se negó a conformarse con esa respuesta y llevó la mano al pomo, decidida a abrir la puerta. Le dio calambre, y eso hizo que apartase la mano rápidamente del picaporte
-Te dije que te fueras.
-No va a pasar. Vas a tener que dejarme entrar, por las buenas, o por las malas.
-Pues va a tener que ser por las malas, porque...
Antes de que el pelirrojo terminara la frase, la sombra de Alma estaba plantada en el medio de la habitación. Kvothe estaba hecho un ovillo entre las sábanas de la cama, sin mucha predisposición a levantar siquiera la vista para mirarla.
-Oye- refunfuñó Alma acercándose a él. -Lo hago lo mejor que puedo, ¿Vale?
Para ese entonces, había conseguido sentarse en la orilla de la cama y atrapar uno de los mechones rojos del chico entre sus dedos. Su cabello era suave y se deslizaba fácilmente entre los dedos de Alma.
-Sé lo que estás haciendo...- protestó el joven.
-¿Qué estoy haciendo?- la sonrisa pícara de Alma le demostró al de ojos verdes que estaba en lo cierto. Pero también le hizo llegar a la conclusión de que no tenía muchas más opciones que dejarla hacer.
-Ven, anda- Alma golpeó uno de sus muslos con tranquilidad. El joven se deshizo parcialmente de las sábanas para colocar la cabeza sobre el regazo de Alma.

Sintió como ella deslizaba los dedos por su cuero cabelludo, masajeando ligeramente  la  cabeza con las yemas. Kvothe cerró los ojos y se dejó mimar, siendo consciente de que estaba cediendo.
-Asi no vale- protestó con un murmullo - No es válido en absoluto.
-Ssh- le replicó Alma- Sé que no siempre hago las cosas bien... Pero esta no es una de ellas, tú déjame arreglarlo.
-Me voy a quedar dormido...-protestó el joven.
-Pues duerme, seguiré aquí cuando despiertes, no pensaba irme.
-¿Nunca?
-Son los demás los que dejan esta casa, yo siempre estoy aquí.
-Hm- musitó Kvothe- Me gusta estar aquí, no voy a irme.
- Ssh- repitió Alma- Hablaremos de eso cuando te despiertes
-¿Vas a seguir dándome mimos mientras duermo?
- Si
Alma ya no obtuvo respuesta. Kvothe se durmió, con una expresión plácida en su rostro. Alma sonrió con ternura, mientras le acariciaba el pelo con cuidado. Se acomodó, y continuó haciéndolo, distraída.