Tenlo claro...

La primera vez que traspasó aquella puerta, apenas alcanzaba el metro de estatura. Se quedó en el umbral, aspirando el aroma a magia que desprendía aquella casa. La estancia estaba en penumbra, iluminada únicamente con una luz anaranjada, sin fuente aparente, al menos el pequeño no sabía de donde venía.

Se atrevió a dar un paso, y otro, y otro, hasta que se encontró de frente con la dueña de la casa, la que lo había traído hasta allí. Estás entrando en el mundo de los sueños, el mundo de las artes, el mundo ficticio y real, donde todo se rompe y se regenera de nuevo. Donde todo es infinito. Ahora te lo creerás, pero cuando seas mayor, empezarás a ponerlo en duda.

Los adultos son todos unos ilusos, no saben que la literatura lleva a todas partes.

domingo, 11 de abril de 2010

La sombra...

Nada te conté de aquello. Nunca, cielo. Estoy cansada de ocultarselo todo a Elle. Estoy cansada de rezar al cielo, cariño.

Elle necesita a su padre, y yo no sé donde estás. No quiero que odie a quien le dio la vida en parte, pero ya no sé que decirle para que entienda que lo hiciste por nuestro bien.

Me estoy haciendo vieja, ya no tengo las mismas facultades como en aquella conversación bajo la nieve, ya no somos los mismos, pero yo sigo necesitándote, sigo precisando ese aire que impedía que me ahogara.

Yo... Quisiera pensar que te fuiste tal y como dijiste, y que no me mintieras cuando depositaste el último beso sobre mis labios y me prometiste que volverías porque me querías.

Esperé, te esperé durante años pero aún no has vuelto. Yo... Quisiera decir que hice lo que me dijiste, que me hice fuerte por las dos, y que guié a Elle para que se convirtiera en una chica tan lista como su madre, sagaz, sediente de dudas. No lo conseguí, lo siento, pero no fui capaz.

Elle creció dentro de un ambiente alocado y desobediente, donde reinaba el caos y el odio. Se revolvía entre la bondad y el cariño, intentaba escapar de todo aquello. Pasaba noches fuera, y cuando volvía ni se molestaba en dar explicaciones, yo tampoco se las pedía.

Nunca le expliqué porque la llamamos Isabelle y sin embargo usabamos siempre el diminutivo Elle, ella... Ella... Esperaba que algún día se acercara a la biblioteca para averiguarlo. Me siento perdida, sin salida.

Creo que... Creo que nunca podré perdonarme haberte dejado marchar, pero aquellos ojos que yo dibujaba a través de los cristales oscuros de tus gafas, aquellos ojos que imitaban la miel aquellos que me observaban a mi y a nuestra pequeña Elle mientras se alejaban en el caluroso verano me dejaron incapacitada para decir simplemente te quiero y resignarme, anestesiada por tu candidez, a dejarte marchar.

Hoy la dejaré sola, espero que puedas perdonarme. Pero yo no puedo enseñarle nada más, y tú no estás aqui para verme marchar esta vez. Lo siento, de verdad lo siento.

Me voy con el rumor ...del viento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario