Tenlo claro...

La primera vez que traspasó aquella puerta, apenas alcanzaba el metro de estatura. Se quedó en el umbral, aspirando el aroma a magia que desprendía aquella casa. La estancia estaba en penumbra, iluminada únicamente con una luz anaranjada, sin fuente aparente, al menos el pequeño no sabía de donde venía.

Se atrevió a dar un paso, y otro, y otro, hasta que se encontró de frente con la dueña de la casa, la que lo había traído hasta allí. Estás entrando en el mundo de los sueños, el mundo de las artes, el mundo ficticio y real, donde todo se rompe y se regenera de nuevo. Donde todo es infinito. Ahora te lo creerás, pero cuando seas mayor, empezarás a ponerlo en duda.

Los adultos son todos unos ilusos, no saben que la literatura lleva a todas partes.

viernes, 24 de mayo de 2019

Es hora.

El cuerpo inerte de Alma permanecía enrollado sobre la alfombra del salón.
Hacía tanto tiempo que había perdido esa realidad, que se había mudado de mundo, esperando encontrar en otra historia algo parecido a lo que había dicho experimentado.

El polvo se posaba en todas las superficies abandonadas en el salón, en el amplio alféizar de la ventana, en la moldura de la chimenea apagada, en el parquet del suelo, en el sofá de color rojo y encima del antiguo piano que presidía la habitación.

Ninguna de esas cosas habían sido utilizadas en al menos una década, y ese era el tiempo que Alma llevaba durmiendo sobre la tupida alfombra de pelo.

Hasta que se abrió la puerta.

Poco a poco, la morena abrió ligeramente un ojo, escudriñando la oscuridad, en busca de lo que la había despertado: desde el suelo, Alma percibió el movimiento pausado y silencioso de unos pies caminando sobre el suelo de madera, apenas perceptible.

Mantuvo la postura, alerta, asustada de que alguien peligroso hubiera entrado, alguien que se propusiera saquear lo poco de valor que quedaba en esa casa, aunque casi todo lo que aún permanecía allí era viejo y solo tenía valor sentimental.

Desde su posición, el dueño de aquellos pies se paseó alegremente, mirándolo todo con extrema atención, pero sin tocar nada. Hasta que llegó al sofá de color rojo que se encontraba enfrente de Alma. Ella podía verlo desde allí y casi le da un vuelco al corazón cuando el intruso se propuso sentarse en él. Nadie había vuelto a sentarse en el sofá desde aquella vez, y Alma sabía muy bien lo que pasaría: cada objeto de aquella habitación era un recuerdo, y cuando alguien alteraba un recuerdo...

De pronto, él estornudó y el polvo que había sobre el sofá empezó a arremolinarse alrededor de la vieja tela de color rojo.

-No...- murmuró Alma casi sin darse cuenta.

Las pequeñas motas comenzaron a cobrar vida, brillando y cayendo libremente sobre la tela gastada, diluyendo el color poco a poco. Alma escudriñó en la oscuridad, descubriendo que el sofá no se estaba simplemente deshaciendo, si no cambiando de color.

-No, ¿Qué?- Alma estaba tan embelesada mirando la transformación de uno de los objetos más antiguos de la habitación que no recordaba haber abierto los dos ojos como platos y mucho menos haber susurrado nada. La voz masculina le sorprendió enormemente y, antes de que pudiera reaccionar apropiadamente, una cara se apareció justo delante de ella.
El intruso se había puesto en cuclillas enfrente de Alma, y la miraba fijamente a los ojos con aire curioso.
A pesar del tiempo, Alma supo reconocer algo en aquella situación tan extraña: algo en su pecho cobró cierto calor y dio un vuelco sin apenas pensarlo. Una oportunidad.
La joven se quedó mirando los ojos verdes de aquel chico, extraño ahora, pero sin aparente amenaza.

-Has borrado un recuerdo...- replicó la morena- Y has creado uno nuevo...

-¿Con un estornudo?- replicó el joven.

-Si, la forma de crear un recuerdo no siempre es la más...- ella hizo una pausa- Adecuada al recuerdo en sí.

-Pues vaya mierda...- Alma frunció el ceño ante la expresión y se irguió ligeramente hasta quedar sentada en el suelo.

-¿Tu nombre?- replicó la morena.

-No puedo decírtelo- respondió con soltura- Si te lo digo...

-Has entrado en mi casa, me has despertado de un letargo de casi una década y has creado un recuerdo en este salón. Tu nombre es el pago más barato que se me ocurre a cambio.

El de ojos verdes esbozó una ligera sonrisa, lo pensó durante un segundo y luego respondió:

-Kvothe. Y lamento lo del... sofá.

-No, no lo sientas...- Alma se levantó por completo, dejando que el vestido barriera el suelo por donde ella pisaba- Es interesante... Ya averiguaremos que significa.

El joven hizo un gesto mohíno sin entender.

-Si quieres entender los secretos que encierra esta casa, vas a tener que quedarte y averiguarlos por ti mismo- Alma se encogió de hombros, sin mudar su expresión seria- Piénsalo bien, pero no creo que tengas muchas opciones teniendo en cuenta... -La morena señaló con la cabeza el sofá, ahora de color azul- ....que vas a tener que trabajar en esto al menos un tiempo, no creo que yo pueda descifrar el rompecabezas yo sola... Has sido tú el que ha estornudado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario