Tenlo claro...

La primera vez que traspasó aquella puerta, apenas alcanzaba el metro de estatura. Se quedó en el umbral, aspirando el aroma a magia que desprendía aquella casa. La estancia estaba en penumbra, iluminada únicamente con una luz anaranjada, sin fuente aparente, al menos el pequeño no sabía de donde venía.

Se atrevió a dar un paso, y otro, y otro, hasta que se encontró de frente con la dueña de la casa, la que lo había traído hasta allí. Estás entrando en el mundo de los sueños, el mundo de las artes, el mundo ficticio y real, donde todo se rompe y se regenera de nuevo. Donde todo es infinito. Ahora te lo creerás, pero cuando seas mayor, empezarás a ponerlo en duda.

Los adultos son todos unos ilusos, no saben que la literatura lleva a todas partes.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Recuerdo de un día de invierno

Al levantarme por la mañana recordé lo que había soñado. Hacía mucho tiempo que no soñaba contigo.

Quizás ahora ya no recuerde todo con tanta exactitud como cuando me levanté, pero quería contártelo para que lo supieras.

Soñé con mi primer año de universidad. Algunas conversaciones telefónicas deberían estar prohibidas.

Entraba por la puerta, nerviosa. Al principio no entendía, no comprendía qué era lo que me hacía que mi corazón latiera a tal velocidad. Me acerqué al tablón de anuncios y busqué indicaciones de mi clase. Nada.

Me dediqué a explorar por los pasillos. Un grupo de profesores me pararon al ver mi cara nueva y mis pasos desorientados por los pasillos de la facultad. Casi me desvanezco al notar un gran parecido contigo en uno de los profesores. Invenciones mías, di en mentirme.

Los profesores, muy amables, me indicaron que buscase una amplia clase con cristaleras y mesas blancas, de estas que se pueden inclinar a gusto de uno. Sí, como las que hay en el aula de dibujo técnico en mi colegio. Según ellos allí encontraría a mi tutora, y ella me ayudaría a encontrar mi clase.


Deambulé por los pasillos unos diez minutos, hasta encontrar la dichosa clase. Y la casualidad quiso, para mi desgracia, que aparecieras. Sabía que tenía que entrar, pero la sola idea de que me reconocieras y vieras en mi cara, ya de adulta, el miedo de hace años, hacía que me echara hacia atrás. Quería salir corriendo, no por mí, yo sabía que estaba bien, que ya no había nada que me atase a ti, y sin embargo tenía miedo de verte otra vez, de tu mirada de desdén.

No sé exactamente porqué, más bien de dónde saqué la valentía, pero me adentré en la clase, lo más segura que pude, y me acerqué a la profesora.

Bajé la voz, intentando no llamar tu atención, pero ya habías mirado.

Mientras la profesora buscaba algo en su libreta me dediqué a mirar el encerado. Un problema de geometría plana estaba dibujado a tiza blanca.

Sin saber muy bien si podía, me acerqué y, en pequeñito en una esquina, resolví el ejercicio.

Cuando me quise dar cuenta, la profesora me observaba con curiosidad. Me invitó a quedarme en aquella clase, pero ya se había acabado.

Me giré para irme, pero alguien me agarró de la muñeca. Eras tú.

-Me suenas- y me miraste con esos ojos profundos.

-Ah, si, es que tengo una cara muy común- Y me dispuse a seguir mi camino. Lo sentía, pero no estaba dispuesta a volver a romper tu vida.

- No, no. Cuando digo que me suenas, es que te conozco, sé quien eres.

Frené en seco. Mierda. Sabía que no había cambiado lo suficiente para que no me reconocieras, al fin y al cabo solo había pasado un año.

- Mira, lo siento ¿vale? Pero no iba a renunciar a mis estudios porque estuvieras aquí, al fin y al cabo, ya no me importas, quédate tranquilo, señor universitario don mecreoelcentrodeluniverso.

- Así no lo demuestras ¿sabes?

-Déjame irme.

Me giré bruscamente, sabía que era una mala idea, lo sabía, pero me empeño en dejarme llevar hacia donde yo quiero ir, sin importarme el resto del mundo.

-¡Espera!- me volví a girar con cara de malas pulgas. Quería irme de allí, y, paradójicamente, tú me retenías entre aquellas paredes que tanto empezaba a odiar.

- ¡¿Y ahora qué?!-grité

-Necesito ayuda con mis ejercicios- aventuraste.

Te miré con desesperación. Era cierto que ya no sentía nada al volver a mirar aquellos ojos que antaño me fascinaban, pero lo que nunca dije, era que me seguía fascinando todo aquello que nunca conocí, en calidad de amiga.

Me rendí, suspiré, te miré cansada y asentí lentamente.

-Te llevo a la cafetería, supongo que no sabes donde está todavía. Oye, ¿es en serio eso de que te quieren ascender a segundo?

-No voy a ir a segundo, me parece injusto, se debe empezar por el principio.

-¡Bah! Si ella lo dice, es porque podrías sacar segundo saltándote primero.

-No voy a saltarme un curso, Chris.

-Me parece bien, me sentiría tonto si alguien como tú saca mejores notas que yo, siendo un año más joven.

-Cállate. Me estas poniendo enferma. Ya parecemos amigos- Le miré y comprendí que me había expresado mal. Relajé la cara- Vamos más despacio...

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