Tenlo claro...

La primera vez que traspasó aquella puerta, apenas alcanzaba el metro de estatura. Se quedó en el umbral, aspirando el aroma a magia que desprendía aquella casa. La estancia estaba en penumbra, iluminada únicamente con una luz anaranjada, sin fuente aparente, al menos el pequeño no sabía de donde venía.

Se atrevió a dar un paso, y otro, y otro, hasta que se encontró de frente con la dueña de la casa, la que lo había traído hasta allí. Estás entrando en el mundo de los sueños, el mundo de las artes, el mundo ficticio y real, donde todo se rompe y se regenera de nuevo. Donde todo es infinito. Ahora te lo creerás, pero cuando seas mayor, empezarás a ponerlo en duda.

Los adultos son todos unos ilusos, no saben que la literatura lleva a todas partes.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Musique

Sentada en un sofá rojo. Es su color, lo descubrió hace poco en una tienda, viendo un vestido.
La habitación no entona con el sofá, no quedan mal pero no acaban de cuajar entre los dos. El sofá es demasiado chillón para unas paredes de color suave, y tiene un estilo muy antiguo para la habitación tan moderna.

Quizás no sea una unión perfecta, pero el sofá debe estar ahí, porque es el único asiento que hay en la habitación, y no sabe tocar la guitarra de pie. Más bien no tiene correa para hacerlo.

Pero de todas maneras ella prefiere tocar sentada. Es una estampa más bohemia, como ella.
Entona una melodía lenta, que suena a música clásica y que recuerda a la Francia del siglo XV, no por las pelucas, si no por la complejidad de los vestidos y los estampados tan enrevesados. Un arte barroco, demasiado recargado, pero bonito, y si se observa detenidamente, incluso se puede descubrir que es un patrón sencillo repetido un millon de veces.

Ajena a la sensación que produce su música y ajena a las demás personas que allí descansan, observando como sus dedos vuelan sobre las cuerdas de la acústica color madera y enamorándose de la melodía que les recuerda sentimientos que anhelan y quieren desesperadamente, ella sigue tocando desesperadamente, desahogándose pulsando las cuerdas cada vez con más fuerza mientras dos lágrimas resbalan por sus mejillas.


Nadie advierte su cara descompuesta en una mueca de terror, tan sincera que asusta, los ojos indican desesperación, su boca canta bajito una letra melancólica y su cuerpo tiembla de arriba abajo, aunque eso no afecta al sonido que le arranca a la guitarra mientras está sentada en el sofá rojo que tanto quiere.


A kilómetros de allí, en otra habitación distinta, descansa él, aporreando el piano por décimocuarta vez esta semana. Toca las teclas sin pensar que toca, tejiendo una melodía cambiante que solo conduce al caos y al desconcierto.

Su cabeza compone de manera ordenada, pero sus manos no obedecen y pulsan las teclas que están más cerca de la tocada anteriormente, piensa en un sofá rojo, un sofá que regaló hace mucho, aún sabiendo que no pegaba con la habitación a la que iba destinada. Mira la foto que descansa sobre el piano y toca con más rabia. Una foto de dos, cortada por la mitad, pegada con celo posteriormente y enmarcada como un cuadro viejo, el único recuerdo que a él le quedó.

Siguen tocando, cada uno sin oirse, y sin embargo si alguien pudiera oir las dos melodías a la vez, aunque sean distintas, aunque la guitarra suene siempre igual y el piano cambie radicalmente, siempre concuerdan y siempre obtienen una melodía fresca que sabe agridulce y que nunca se repite.

Ojalá se pudiera embotellar, grabar y reproducir, pero es imposible estar en los dos sitios a la vez.



Y los dos continuarán tocando con rabia hasta que alguno de los dos pare y escuche al otro lado de la pared, una separación que parecen kilómetros, la melodía dulce de la guitarra o la música caótica del piano y sienta el impulso de escuchar de cerca esa pieza compuesta sólo para ellos, y que sólo pueden escuchar ellos.


ainsi est la musique et ainsi se sent chaque un.

1 comentario:

  1. eeeeeeeeeeh. No lo entiendo. Para nada.
    Pero nada, ¿eh?
    Me desconcierta.
    ¿Qué haces?

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